¿Es la colombiana una economía abierta?

No hay que comerles el cuento a quienes se quejan del impacto de la apertura y de los tratados de libre comercio porque la evidencia estadística no lo muestra.

¿Creen ustedes, como lo leí en el Wall Street Journal Americas el martes de esta semana, que Colombia “tiene una de las economías de libre mercado más abiertas de la región y el año pasado fue clasificado en el tercer lugar en América Latina en el Índice de facilidad para hacer negocios que elabora el Banco Mundial, después de Chile y Perú?” (EL TIEMPO, 18 de marzo de 2014, pág. 9).

Casualmente tuve que preparar la semana pasada una charla ante un grupo de inversionistas y encontré lo contrario a lo que se afirma en el párrafo anterior. Confirmé que la apertura comercial de Colombia –el tamaño del comercio exterior con respecto al PIB– es mucho menor que la de países como Bolivia, Ecuador, Perú y Chile –y parecida a la de Brasil, que es el país más cerrado de la región–. En la Alianza del Pacífico, Colombia es el país más protegido comercialmente, lo que explica el chillido de los empresarios y que no se haya podido desgravar el 100 % del universo arancelario, como sí lo hicieron los otros países.

Fue una sorpresa encontrar que Colombia es igual de cerrada ahora de lo que era en 1990. El índice de apertura de Colombia en el 2013, alrededor de 30%, es inferior a los de Perú, de 44%; Chile, de 56%; Bolivia, de 74%; y Ecuador, de 56%.

Así que no hay que comerles el cuento a quienes se quejan del impacto de la apertura y de los tratados de libre comercio porque la evidencia estadística no lo muestra. Ni tampoco a los candidatos que hablan de ‘repensar’ o ‘renegociar’ los tratados de libre comercio porque hasta el presente no se ha sentido el impacto de estos sobre la producción nacional.

Colombia es una de las economías más protegidas de la región. El Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial clasifica la ‘traba de barreras comerciales’ en el puesto 131 entre 141. A los aranceles altos y a los obstáculos para importar hay que sumar, además, la protección que impone la geografía.

Esta se traduce en elevados costos de transporte para traer al centro del país las mercancías que se importan. Costos a los cuales hay que sumar la ineficiencia de las aduanas, generada por la falta de un arancel plano y bajo, que efectivamente introduzca racionalidad y competencia a la producción nacional.

Un amigo, conocedor como el que más de estos temas, comentaba hace unos días que las autopistas que ojalá algún día comuniquen a Bogotá con la costa Caribe van a ahorrar seis horas de viaje a un camión que venga o vaya a Cartagena. En la aduana de esta ciudad, sin embargo, las mercancías se demoran cinco días en los trámites que autorizan su entrada al país. ¿Qué se gana, entonces?

Esta situación conduce a que los consumidores y los industriales colombianos paguen precios más altos en este país por lo que compran. Colombia es ‘costosa’, si se la compara con otros países de la región, excepción hecha, de nuevo, de Brasil. Es decir, todos perdemos por la falta de apertura. Y perdemos, además, porque la economía crece más lentamente que la de sus socios de la ‘Alianza’.

Entre el 2010 y el 2013 la economía peruana se expandió al 6,75% anual en promedio, mientras que Colombia lo hizo a un ritmo de 4,68% anual, dos puntos menos que Perú. El arancel peruano es de 2% para todos los productos y la actividad económica se concentra sobre la costa Pacífica. Y Brasil, el país más cerrado, crece en la actualidad al 2,0% anual.

Un tema prioritario en el debate electoral debería ser el del modelo de desarrollo futuro, a la luz de las realidades de hoy en día y no de los cuentos de horror que nos trasmiten los políticos y los presidentes de los gremios. Hay que cambiar el estado actual de cosas y no seguir frenando el avance del país.

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