¿Es real la amenaza?

Muchos columnistas se han referido en las últimas semanas a la posibilidad que en Colombia se instale un régimen del corte de los experimentos de izquierda en el continente. La preocupación está dirigida en concreto a que en una coyuntura dada algún líder carismático de la izquierda radical gane las elecciones presidenciales y desde allí lleve a cabo una serie de cambios institucionales similares a lo acontecido en Venezuela.

Se trataría, en el caso de replicar el chavismo, del uso de la democracia para destruir las instituciones de la democracia como las conocemos. Los experimentos de izquierda en Suramérica incluyen regímenes de todo tipo. Están Chile y Brasil, que no son nada distintos a gobiernos socialdemócratas. Están Bolivia y Ecuador, donde los presidentes se resisten a la alternancia en el poder y están tentados a reducir las libertades de prensa pero no son un obstáculo a las iniciativas privadas. Más aun, gracias a la gestión en infraestructura y modernización burocrática de Correa la empresa privada ha encontrado mejores condiciones de inversión.

Y está Venezuela, que es otra cosa. Se necesita estirar y martillar mucho el concepto de democracia para que quepa el experimento de Chávez. Es cierto que hay elecciones periódicas pero faltan los otros elementos básicos. La prensa está arrinconada. No hay separación de poderes. Las garantías para la oposición son precarias.

Por más que la izquierda colombiana pretenda desestimar la situación, la realidad atropella cualquier análisis que niegue el deterioro de la democracia venezolana. Bastaría imaginarse una situación equivalente en que Telesur sea censurado, el presidente del Congreso se ría en vivo y en directo cuando su bancada le da un tratamiento de puños y patadas a la oposición y ese mismo presidente del Congreso sea militar activo y funja de juez al destituir a una parlamentaria.

Tan grave como el constreñimiento a las libertades políticas es el constreñimiento a las libertades económicas. En Venezuela los negocios se hacen a pesar del estado a menos que uno cuente con el estado para enriquecerse, tal cual como han hecho sus fortunas numerosos chavistas.

¿Qué tan probable es que la izquierda radical gane una elección presidencial en Colombia y que luego se atreva a realizar transformaciones radicales, es decir no que hagan como Correa sino como Chávez? Armando Montenegro cita a Malcolm Deas para enunciar una serie de factores –dependencia de la minería, desigualdad, corrupción, etc. – que podrían conducir a un giro radical hacia la izquierda. Lo que no menciona Montenegro son los mecanismos con que cuenta el sistema político para evitar cambios tan traumáticos. Incluso sus peores vicios sirven de contención: el clientelismo político y el narcotráfico serían feroces enemigos de cualquier proyecto de dictadura de izquierda.

Sin embargo, en ciencias sociales no hay manera de predecir el futuro. Hacerlo es estar tentado a convertirse en un charlatán. De momento lo único sensato es pedirles a los líderes de izquierda una posición contundente sobre lo que sucede en Venezuela. No hay excusas para que quienes participen en la democracia sean ambiguos en cuanto al respeto de sus reglas básicas. Si Robledo, Petro, Iván Cepeda, Clara López y amigos sostienen que Venezuela es una democracia genuina ya tendremos una idea de lo que puede pasar si llegan a presidentes.

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