Ni la Registraduría, ni la Casa de Nariño, ni los medios, y muchos menos los entes de control, pueden seguir haciéndose los de la vista gorda con lo sucedido en el conteo de votos de las elecciones del pasado domingo.

Eso de afirmar que son puras “jodeterías” de los perdedores es tan simple como sospechoso. Sabido es que el que escruta elige, que hay serios indicios de fraude en varias regiones del país y que hubo municipios de la Costa en los que la abstención bajó del 62% a menos del 30%, lo cual resulta por demás insólito y sin antecedentes.

Es necesario, entonces, para que sea cierta la afirmación de que hubo total transparencia, que se garanticen los procesos de reconteo y se borre cualquier sombra de duda que hoy ronda a muchos partidos políticos: el Centro Democrático, por ejemplo, habla de 250.000 votos que le embolataron. La candidata conservadora pide veeduría internacional para los comicios presidenciales y hay docenas de reclamos que, repito, no pueden recibirse con rabia e indiferencia. Hay un derecho ciudadano que es preciso respetar.

Igual sucede con algunos medios que desestiman y hasta hacen burlas de los reclamos de aquellos a quienes llaman despectivamente los quemados.

En el caso del Valle del Cauca, y concretamente en Buenaventura, esta es la hora en que no se ha podido hacer el escrutinio final porque faltan los datos requeridos y porque se han comprobado alteraciones en los registros de votación, advirtiéndose un extraño favoritismo por un candidato a la Cámara del exsenador Martínez, que pone en peligro al aspirante liberal a la misma corporación, Juan Fernando Reyes Kuri. Blanco es, gallina lo pone.

Así las cosas, bienvenidos todos y cada uno de los mencionados reclamos porque lo peor que nos podría pasar es que se comprobara que vamos a tener un Congreso ilegítimo por culpa de los votos fantasmas que aparecen y desaparecen como por arte de mafia, diré de magia…