No solo es líquido

Aparecieron cientos, miles de líderes anónimos en cada calle y pueblo de Venezuela. Se evidenció el talante de la dictaura venezolana, apátrida, comunista, violadora de los derechos humanos.

Manuel López Obrador, ha creado lo que se denomina en el lenguaje politico el “Efecto López Obrador”, es decir, aquella relación causa- efecto mendiante la cual en cualquier elección determinada, el candidato perdedor se resiste a aceptar que pueda ser rechazado, y  reacciona desconociendo el resultado, alegando fraude. El político mexicano se ha caracterizado por esta conducta repetida, que llegó a crear hasta una crisis institucional que amenazó con generar una situación de violencia de impredecible consecuencia para el país.

La referencia actual viene al caso por lo que acontece en Venezuela. Hemos estado gritando fraude desde el mismo inicio del mandato de chavez, y sucesivamente en cuanta elección se realice. La última, la del 15 de octubre del 2013 cuando Henrique Capriles perdió ante un Nicolás Maduro por una triquiñuela juridical cargada de arbitrariedad, que le permitió presentarse como candidato ejercidendo la presidencia de la República luego de la muerte de Chavez.

En esa oportunidad Capriles perdió por uno y tanto por ciento. Capriles desconoció el resultado, invitó al electorado opositor a presentarse ante las diferentes sedes regionales del CNE para solicitar, en cada entidad, el recuento de las actas y votos emitidos. Horas despúes dio la contraorden de acercarse a las oficinas electorales regionales.

El resultado fue nefasto, el electorado salió a la calle a manifestarse en contra del voto virlado y exigiendo la verificación de ley; consideró que le habían robado su voto, no el de Capriles, su voto que le permitió pronunciarse, contra la dictadura, tal como asumió esa contienda.

La Guardia Nacional y el propio Ejército arremetieron con fuerza desmedida y crueldad, atropellando sin ninguna consideración a quienes manifestaban. Los dispersaron a fuerza de perdigones, desfiguraron sus rostros, humillaron a las mujeres, las manosearon, golpearon, algunas fueron violadas, los capturaron, encerraron en los cuarteles, los pasaron a los tribunales y los mantienen enjuiciados. Algunos, una vez libres, optaron por irse del país hasta por los caminos verdes, por las amenazas contra ellos y sus familias.

Inútil pareciere que fue esa primera rebeldía contra la dictadura militar castrista, porque pocas semanas después, en la investidura presidencial de Maduro en la Asamblea Nacional, se sentaron en sus respectivos curules diputados de oposición miembros de la MUD y, el propio Capriles asistiría semanas después junto a algunos alcaldes y gobernadores electos, a una cita en el Palacio de Miraflores convocada por el recién juramentado Nicolás Maduro.

El círculo de la infamia se había cerrado al otorgársele, con su presencia, la legitimidad que antes se le había negado a la pantomima electoral y a la juramentación presidencial.

A patir de ese momento, la MUD comenzó a menguar su influencia entre la fuerza opositora democrática, y la población a protestar de cualquier manera. Las humillaciones, torturas, discapacidades, detenciones, juicios, exilios parecían que habían quedado en la historia de las infamias de la humanidad. Pero no fue así, algo se movía en el alma del pueblo, en el inconsciente colectivo, en el derecho natural a la libertad, la dignidad y la rebelión contra la tiranía. El 12 de febrero los estudiantes universitarios del Estado Táchira, estado andino fronterizo con Colombia,  salieron a la calle exigiendo respeto a la vida, autonomía universitaria, seguridad y el cese de la represión.

La reacción no se hizo esperar, el gobenador, un ex oficial del ejército, alzado con Chavez en el 92, arremetió contra ellos, a los detenidos los envió a una cárcel de la ciudad de Coro, de otra jurisdicción administrativa. Al día siguiente, las madres, abuelas, hermanas, novias, amigos, profesores y el resto de las universidades nacionales estaban en las calles exigiendo la liberación de sus compañeros. Lo demás es historia.

De hecho nació la historia contemporánea de Venezuela, la del rescate de la democracia con todo su significado humano, legal y civilizatorio. La MUD quedó atrás, aparecieron cientos, miles de líderes anónimos en cada calle y pueblo de Venezuela. Aparecieron los primeros y masivos mártires de la libertad; se evidenció el talante de la dictaura venezolana, apátrida, comunista, violadora de los derechos humanos, como nunca pensó un militar argentino o el mismo Pinochet, podrían violentar con el consenso de la OEA y el resto de la comunidad internacional. El régimen legitimó los colectivos armados, los mercenarios gubernamentales, la presencia del ejército invasor cubano, la complicidad pasiva y activa de falsos líderes democráticos nacionales y extranjeros.

Y apareció con toda su fuerza integradora Leopoldo López con su singular decisión de entregarse a las autoridades respaldando la lucha en la calle; y apareció María Corina Machado, con toda la fuerza indetenible de su naturaleza de mujer, y Diego Arria, y el pueblo tuvo sus banderas. No bastarán las prisiones militares para encerrar a tanto venezolano digno, mártir, generoso, a quienes les vamos a deber el goce de la libertad y el rescate de la democracia.

Hay un nuevo amanecer, donde nunca más se volverá a gritar fraude, porque la sangre derramada es algo más que un líquido de color rojo.

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