Quosquae tandem…

1. ¿A Catilina o a Maduro o a Petro? Ocurrieron entre noviembre y diciembre del año 63 antes de Cristo. Fueron cuatro discursos de Marco Tulio Cicerón, orador de oradores, contra Lucio Sergio Catilina, las Catilinarias. Veintiún siglos después todavía retumban. ¿Le servirán a Maduro en Venezuela? ¿Le servirán a Petro en Bogotá? ¿Servirán de algo a alguien?

Recordemos: “¿Quosquae tandem Catilina patientia nostra abutere? (¿Hasta cuándo Catilina abusarás de nuestra paciencia?). Tomando el caso de Maduro con sus abusos torpes, el temor mayor radica en que el tiempo pasa. Hay nuevos muertos, heridos y detenidos. Pero el tiempo pasa y el proceso de las protestas tiende a ‘amorcillarse’. Como ha ocurrido en Siria. Como en Irán. Como en Crimea. Nadie se atreve a decir nada. Nadie hace nada. Nadie, fuera de los protestantes, ha visto y sentido nada. Cicerón, hace 21 siglos, hacía tronar su voz: “¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía, Catilina, juguete de tu furor”? Y arremetía: “¿Dónde se detendrán, Catilina, los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento?”. Pero Maduro no oye, no ve, no entiende. Y Venezuela, ahí: con inflación al tope, con hambre, sin libertades, con miedo y rabia. Y la OEA, ¿aún existe? Y nosotros y los demás vecinos miramos por el postigo pero callamos y temblamos.

2. Y en Bogotá no escampa. No sé qué ocurrió ayer en el Consejo de Estado. Seguramente le volvieron a notificar al señor Petro no un hasta luego sino un adiós. Y, en su hora, lo hará la Corte Constitucional cuando lleguen a revisión las tutelas populistas. La tutela quedó herida. Aprendimos ahora que la tutela es para jugar. Incluso ya están copiando la figura en otros escenarios: tutela, tutela, que de la tutela algo queda.

Bogotá, como Cicerón: “¿Hasta cuándo, don Petro, abusarás de nuestra paciencia?”. “¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor, en tus noches de tribuno desmelenado?”. “¿Dónde se detendrán los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento?”. Se sabía: Petro no sabe gobernar, no tiene la culpa porque no había sido siquiera inspector de policía. Pero sabía echar discursos. Hoy los discursos son más originales: yo contra yo (yo, Alcalde, contra el propio ejercicio de gobernar, contra la institucionalidad). ¿Quosquae tándem? (¿hasta cuándo?).

¿Hasta cuando se haga efectiva la sanción fiscal de la Contraloría de más de $50.000 millones? ¿0 la de la Super por más de $ 60 mil? ¿O las de la Fiscalía por deficiencia del servicio, por discriminación, por los camiones de la Dian, por la máquina tapa-huecos y por todo lo demostrado por la Procuraduría?

3. ¿Quién ganó y quién perdió? No creo que haya ganado nadie en las elecciones del 9 de marzo. Perdimos todos debido a la abstención, a causa de los votos nulos, por cuenta de unos resultados que no permiten saber lo que en realidad piensa y quiere el país. Cuando nadie vota gana un fantasma: la incertidumbre. No sabemos qué ocurrió: habría que hacer elecciones diarias para saber a qué se debe el silencio, qué se esconde tras el velo del rechazo y la indiferencia de la gente en sus mayorías. ¿Es democrático quedarse sin saber lo que nadie supo después de los comicios? Y resulta que ahora todo el mundo triunfó: ¡Oh gloria inmarcesible, Oh júbilo inmortal!

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