El Derecho de la izquierda

Se suponía que la tutela es para defender los derechos fundamentales del ciudadano raso. Lo que están haciendo ahora los integrantes del nuevo clientelismo nos indica que estamos equivocados.

Por el nuevo clientelismo debe entenderse a todos aquellos personajes que, camuflados en el aura de la izquierda o aprovechando su pasado de guerrilleros o dirigentes sindicales, logran llegar al gobierno e imponer su populismo. Después se convierten en hegemonías que usan a su antojo la administración pública y se transforman en intolerantes funcionarios que abusan de la tutela para silenciar a sus críticos o para mantenerse agarrados al poder.

Es Angelino Garzón que aún no rinde cuentas a los vallecaucanos por el detrimento patrimonial que le causó al Valle con sus maromas en la liquidación del contrato de la vía Cali – Candelaria, o por el daño que causó al convertir a Telepacífico en órgano de publicidad de su gobierno. Es aquel Gobernador al cual la Corte Constitucional le impidió silenciar por medio de la tutela a Diego Martínez y a El País por criticar sus decisiones y errores como gobernante.

O Jorge Iván Ospina que tiene 36 investigaciones en la Procuraduría y 10 en la Fiscalía, que hoy duermen el sueño de los justos. Es el funcionario que más recursos gastó en publicidad durante su mandato como Alcalde en la historia de Cali y aún no ha despejado las dudas sobre negocios como el que hizo con el Fondo Mixto del Deporte del Valle y los $130.000 millones que el municipio debió pagar por la remodelación del Pascual Guerrero. Es el que se obsesionó en meter a la cárcel mediante tutela a Gloria H por criticarlo, a pesar de que ella hizo lo que el juez le ordenó.

Pero el campeón es Gustavo Petro, destituido con toda razón por sus malos procederes. Su abuso de la tutela ha desquiciado el sistema judicial. Abuso deliberado que como en los casos de Garzón y Ospina, surge de conocer bien sus falencias y de tener ‘amigos’ dentro de los juzgados y tribunales que en vez de fallar en derecho se pliegan a intereses políticos. Es el mismo que, como Angelino, usa la tutela para atacar a sus detractores, transformó al Canal Capital en su emisora particular para hacer proselitismo barato y construyó un aparato de comunicaciones con el cual contrata esbirros pagados con recursos públicos para atacar a sus críticos por medio del twitter.

Así, la democracia y el derecho burgués han sido herramienta eficaz para que el nuevo clientelismo establezca sus maquinarias, más aceitadas y más sólidas que las tradicionales porque incluyen jueces, colectivos de abogados y un refinado mecanismo de comunicación que convierte a los medios públicos en emisoras de propaganda, al más puro estilo nazi. Y que hacen del Derecho una herramienta para silenciar la opinión contraria y gozar de impunidad.

Todo ello surge de las decisiones que toman los ciudadanos al votar por ellos. Después de elegidos, los ciudadanos ya no importan. Importan la secta, la clientela, el bolsillo. Y la maquinaria que transforma la tutela en instrumento totalitario y en recurso para impedir que sean castigados por sus malas prácticas como gobernantes. Ese nuevo clientelismo está protegido por la desidia, o por los temores de quienes le huyen a la crítica que pueda sobrevenirles por sancionar a quienes han usado la izquierda para satisfacer sus ambiciones.

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