LA LÓGICA ILÓGICA DE LA PORFÍA REELECCIONISTA

Pregunto, como ciudadano y periodista muy preocupado por lo que pasa y puede pasarnos si no abrimos los ojos:

¿Si la política debe hacerse con lógica, porque el bien común no puede apoyarse en absurdidades, cómo puede concebirse la actual obsesión reeleccionista, cuando las encuestas que se reputan serias muestran la caída libre del candidato presidente y el ascenso progresivo de sus oponentes?

¿No es en la voluntad general donde reside la verdadera legitimidad de un mandato y por consiguiente si esa disposición del común de los ciudadanos está en duda, cómo puede invocarse la naturaleza legítima incuestionable de un gobierno?

¿Se instituyó la reelección para asegurar la continuidad de un régimen que acierte en sus estrategias y en la ejecución de su proyecto de país, o por el contrario se estableció entonces para darle una incierta segunda oportunidad de reivindicarse y corregir los errores y desatinos de los cuatro años antecedentes?

¿Qué disparatados oráculos han consultado los políticos empeñados en la causa reeleccionista, como para subestimar las tendencias y los pronósticos de las encuestas y exhibir esa obsesión radical para creer en unos augurios que en la mayoría de los campos, con excepción de la economía, no se ajustan a la comprobación de los hechos reales y la experiencia?

¿Si la norma de oro de la democracia consiste en el respeto a las reglas de juego y la prevalencia de las mayorías gracias al resultado cuantitativo discutible pero inevitable de la mitad más uno, cómo puede pretenderse que el gobierno próximo sea en verdad representativo en términos democráticos, si las encuestas vaticinan que apenas alcanzaría una precaria tercera parte de los votos?

¿Dadas las condiciones dictaminadas por las encuestas y percibidas mediante simple auscultación de sentido común entre la gente, qué giro decisivo tendrá que dar el candidato a la reelección para frenar el descenso vertiginoso de su favorabilidad y el ascenso de sus contradictores e impactar la opinión general hasta lograr el prodigio de cambiar la intención de voto que indican las tendencias?

¿En el desespero por recobrar el apoyo perdido a lo largo de cuatro años de contradicciones apelará acaso a una fórmula de emergencia, como podría ser, por ejemplo, la de romper las conversaciones con las Farc en La Habana, para despojar la campaña del tema inconveniente de la paz a cualquier costo?

¿Qué esperan los candidatos en ascenso para formar un frente común, por encima de matices y diferencias y hacer un ajuste urgente de las fórmulas presidencial y vicepresidencial, si, con la lógica de la política, están creadas las condiciones necesarias para ganarle a la ilógica porfía reeleccionista y reunir la voluntad general que legitime el próximo gobierno y asegure su real naturaleza democrática?

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