La paz de Santos

El presidente Santos está convencido de que los colombianos no hemos leído el preámbulo ni los tres los acuerdos firmados en La Habana.

Quien los lea cuidadosamente y los enmarque en la ley del Marco Jurídico para la Paz, concluye como concluyó la exguerrillera Karina: “Las Farc no marchan tras la paz sino tras el poder” y en La Habana están colocando las fichas del ajedrez político para darnos el jaque mate.

Ficha clave es la impunidad total. Ficha clave son las zonas de reserva campesina, las que aspiran dominar en los municipios que ellos consideren más abandonados por los gobiernos. No se necesita ser un genio para concluir que estas zonas se delimitarán allí donde las Farc ya tienen presencia armada, existen cultivos ilícitos, minería ilegal para explotar y minería legal para extorsionar.

Además, en representación de estas zonas se elegirán congresistas; pero sin la participación en tales comicios de los partidos políticos tradicionales, esta ficha se aprobó ya en el acuerdo sobre participación política. No resulta difícil deducir que tras esta exclusividad, estos congresistas serán personas vinculadas con las Farc. Se rumora que numerosos exguerrilleros desmovilizados y armados los vincularán al Ministerio de Seguridad, para ejercer como autoridades del Estado en dichas zonas.

Además de estos congresistas en representación de las zonas de reserva, les asignarán curules gratis a los principales jefes guerrilleros, quienes gozarán de impunidad total y protección especial a cargo de sus amigos. Se sospecha que entre los unos y los otros podrían controlar el 25% del Congreso y el 50% de una Asamblea Constituyente para descuadernar el país, terminar con la propiedad privada y asegurarse de la no extradición.

Quienes desconfiamos tanto de las Farc como del presidente Santos, no dudamos de que los exguerrilleros armados llegarán con las instrucciones de amedrentar y forzar a sus ‘súbditos’ para que, en adelante, voten por candidatos de las Farc.

En estas reservas florecerán los cultivos ilícitos para financiar las futuras campañas políticas y para comparar votos hasta en las ciudades, siguiendo el corruptor ejemplo del gobierno del presidente Santos. Los colombianos no podemos permitir que las Farc sigan siendo el principal cartel del mundo de las drogas en connivencia solapada con las autoridades colombianas.

El jaque mate. Se teme que la refrendación o aprobación de estos acuerdos por los colombianos se convierta en otro engaño, otra farsa monumental. Que se limite ella a preguntar, por ejemplo, ¿quiere usted la paz? conteste sí o no, y que unos ciudadanos ignorantes le digan sí a todo en un cuestionario estúpido y ambivalente. Este tenebroso escenario no resulta ser imposible. Todos los colombianos anhelamos la paz, sí; pero no una paz disfrazada de castro-chavismo y a cualquier precio.

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