Ser de derecha o de izquierda…Extrema

El espectro político en Colombia está planteado en términos de extrema izquierda y extrema derecha. Sin duda, dos concepciones nefastas sobre la representación de los grupos políticos de nuestro país, pues en aras del desarrollo político, económico y social, nada obstruye más que la radicalización de la actividad política.

La diada de derecha e izquierda es comúnmente aceptada desde los tiempos de la Revolución Francesa ya que sirve para representar y diferenciar los grupos políticos dentro de una sociedad determinada, son términos excluyentes donde lo positivo del uno implica lo negativo del otro. La diada derecha e izquierda son la fiel representación de las divergencias en política.

Para el profesor italiano Norberto Bobbio la esencia de la distinción es la diferente actitud que las dos partes muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad. Aquellos que se declaran de izquierda dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derecha están convencidos de que las desigualdades son naturales, y por tanto ineliminables.

La creencia popular de que la democracia participativa debe conducir siempre a lograr consensos resulta ser una falacia, ya que para la vida social poco resulta ser tan sano como las divergencias, los conflictos, los debates entre derechas e izquierdas, canalizados dentro de las reglas de juego democráticas. Como lo sugiere el profesor Moisés Wasserman, el único consenso absolutamente indispensable para la sociedad es uno operativo, sobre las reglas de juego, y que define que las decisiones, en una sociedad democrática, se toman por mayoría y se aceptan por todos.

Pero si bien ser de izquierda o de derecha de por sí da cuenta de la agrupación de los comunes y la contraposición hacia los otros, en Colombia se ha mantenido el interés de llevar la diferenciación de los grupos políticos hacia el nivel más alto, en la medida que acuden a catalogaciones despectivas de pertenecer a la extrema derecha o a la extrema izquierda, incluso, de colindar con la lucha armada de las guerrillas y las autodefensas.

A su vez, y he allí lo más peculiar del caso, tanto la derecha como la izquierda en Colombia no quieren ser reconocidos como tal sino que se encuentran en franca disputa por la posición del centro. Los tres candidatos con mayor opción de ocupar la presidencia el 7 de agosto se autoproclaman de centro y no pierden oportunidad para descalificar a sus contrincantes de pertenecer a los extremos. Considerar el centro como el ámbito más cómodo y favorable para sus intereses electorales tiene sus riesgos, pues en este caso confundir el centro con la moderación política puede llevarlos a no pertenecer a ningún sector, ser blanco de ataques por ambos flancos.

Con la radicalización del lenguaje se ha querido inducir a la opinión pública a reconocer la propensión de la contraparte a transgredir la democracia y la libertad, hacia la corrupción y el autoritarismo; hacia la violencia, incluso la armada. En Colombia mucho de ello se da gracias a la imberbe cultura política aferrada aún a los perennes y desgastantes antagonismos que se han presentado, incluso desde el inicio de la República, entre centralistas y federalistas, liberales y conservadores, comunistas y oligárquicos, progresistas y tradicionalistas.

La revisión de la historia política colombiana sirve para constatar que mantener dividida a la sociedad, a costa de sutiles tramas mas no a punta de ideología y principios políticos, ha sido la base de la estrategia electoral de los principales partidos en la medida que se han asegurado la rotación cíclica del poder.

Frente a la complejidad de los problemas que enfrenta el país como la pobreza, la desigualdad social, la actividad de grupos armados al margen de la Ley, la inoperancia del aparato judicial, entre otros; es evidente que las soluciones que deben plantear tanto la derecha como la izquierda deben ir en el mismo sentido. Por tanto, ser de izquierda o de derecha nos lleva a una diferenciación no tanto de los fines como si de los medios, pues los problemas públicos que deben enfrentar son los mismos, lo que varía son los métodos o alternativas para su resolución.

Debemos hacer un llamado a la moderación del lenguaje y un fortalecimiento de la cultura política de nuestra sociedad, debido a que por causa del interés de naturalizar la actividad política colombiana como un asunto entre extremistas, se ha inducido a la sociedad a que de manera inconsciente asimile y legitime la confrontación armada como la continuación de la política por otros medios.

Obtuso creer que el reto fundamental en Colombia se resume tan solo a la firma de un acuerdo con las Farc. El vacío histórico dejado por la ausencia de proyecto de nación ha pretendido llenarse con tal propósito, cuando lo fundamental ha de ser integrar a las lógicas democráticas a toda la sociedad a través de posiciones políticas moderadas, es decir, en pleno ejercicio y defensa de la libertad.

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