De alianzas y apuestas…

Las alianzas están autorizadas en la ley y deben ser, preferentemente, programáticas. Dentro de ese marco, se celebraron las del pasado, y las nuevas, la de Zuluaga y Marta Lucia Ramírez y la de Santos y Aida Avella, con ocasión de la segunda vuelta del actual debate presidencial.

Las alianzas programáticas se pactan entre candidatos afines, porque los aglutina un propósito común de visión de país y en temas concretos, como los de educación, salud, seguridad ciudadana y el de la paz, el más importante de todos. La alianza, sin embargo, no significa que se fundan mecánicamente los programas, tal como los presentaron de manera individual los candidatos en los debates, como si tratara de ensamblar un modelo multipropósito. En este sentido, el programa conjunto debe ser compatible en sus planteamientos y de ahí que se puedan ajustar hasta el punto de crear uno solo, integrado por propuestas que permitan construir acuerdos coherentes.

Así se elaboró, tengo entendido, el acuerdo sobre 14 puntos promulgado por la alianza Zuluaga-Ramírez. No puedo decir lo mismo de la Alianza Santos –Avella.

Es cierto que el ajuste sobre el tema de la paz, por la alianza Zuluaga –Ramírez, partió de prescindir de la suspensión de las negociaciones propuesta por Zuluaga en la primera vuelta, pero subsistió la exigencia de no cometer crímenes de lesa humanidad durante las negociaciones, vale decir: un total acatamiento al Derecho Internacional Humanitario; derecho que por cierto invocó el Defensor del Pueblo en el episodio abominable del reciente rapto ( o secuestro ) de la niña de 10 años, hija de un policía del Cauca, supuestamente cometido por las Farc.

Entonces, el acuerdo Zuluaga–Ramírez, es un acuerdo respetable, que tendrá resonancia internacional , en cuanto entraña limpiar nuestra guerra de hechos atroces, y dentro de esos parámetros, se convierte en un planteamiento que puede propiciar adhesiones de abstencionistas y de partidarios del voto en blanco ( yo soy uno de estos), a quienes nos repugna que pueda permitirse, dentro del esquema actual de La Habana , simultáneamente con las conversaciones, secuestros, siembra de minas antipersonales, reclutamiento de menores y ataques a la población civil, mientras gobierno y guerrilla cocinan con lentitud los puntos de la Agenda de Paz en la Habana , y sin acuerdo humanitario alguno de por medio.

En esta columna, hemos planteado humanizar la guerra mientras llega la paz. Jamás fuimos escuchados por el Gobierno. Por ello, hoy pensamos que la propuesta Zuluaga-Ramírez, puede llevar a implementar ese mandato imperativo del DIH. Y si, de contera, esa exigencia la comparten las Farc, la paz, la verdadera paz, estaría más cerca. Además, se aprestigiaría un proceso que durante su ejecución ha permitido masacres y otros hechos abominables de guerra.PD. Polo y Peñalosa juegan en rueda libre. Así lo decidieron sus partidos. Hagan sus apuestas, damas y caballeros…

edmundolopezg@hotmail.com

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