DE LA LEGITIMIDAD DE LAS COSAS

Ahora, desde hace tiempos y en el futuro tendremos hechos que siendo comunes no dejan de ser ilegítimos y en ocasiones, condenados por la sociedad y de cuando en vez las autoridades los persiguen, debido que esas conductas y los resultados de las mismas están contemplados dentro del Código Penal colombiano.

Por allá entre los años 70 y principios de la década del 90 del siglo pasado, abundaban los testaferros para facilitarles la compra de propiedades y bienes de diverso tipo a los capos del narcotráfico; más de un ciudadano con principios laxos y ganas de plata rápida, soñaba con que su propiedad fuese del agrado de cualquier nuevo rico, para vendérsela por un valor muy superior al real y escriturándola por una suma muy inferior a la pagada. Conductas ilegítimas en esos casos: la del testaferro, la del vendedor con la Dian y, lógicamente, la del comprador real por el origen de sus recursos.

La compra de artículos de contrabando es un deporte nacional y ni vergüenza nos da reconocerlo, tanto el que vende como el que compra están defraudando al fisco nacional y por ende al pueblo en general, eso sin contar el riesgo que propician de dejar a muchos trabajadores sin su forma de sustento.

Desde que tengo uso de razón, (no sé si fue a los 7 o a los cuarenta años), conozco a los reducidores comprando cosas robadas y compradores propiciando el negocio al comprarles a ellos a sabiendas de la procedencia de esos artículos. Esa cadena es incontable, puesto que esos artículos pasan por innumerables manos antes de llegar al consumidor final.

La falta de conciencia y de principios se demuestra en los semáforos, en donde pululan los vendedores de libros y música pirata; estos abundan porque también son incontables los que les compran esos productos que no reconocen derechos de autor, no pagan impuestos y son el resultado de un delito.

Todo lo anterior para desembocar en los hechos aterradores del domingo 15 de junio, cuando supuestamente en una elección que debió ser cristalina, han aparecido sombras muy grandes y oscuras sobre la legitimidad de esos resultados.

4 p. m., se cierran las elecciones. Se procede en primer lugar a romper todos los tarjetones sobrantes, mientras menos votantes más tarjetones por destruir y por ende mayor tiempo invertido en esta acción. Una vez realizado esto se abre la urna y se cuentan la totalidad de votos, después se separan por opción (4) y se cuentan nuevamente.

Posterior se diligencia el formulario E 14 que supuestamente se digita y se envía para el sistema que consolida la información. En mesas cuyos jurados eran profesionales de la ingeniería y con conocimientos de sistemas, que tuvieron una votación media de 200 votos, se demoraron más de 25 minutos para concluir su labor y enviar sus datos.

18 minutos después de cerradas las urnas sale el tercer boletín (1"800.000 votos); es un período de tiempo imposible para esto (a no ser que estuviesen precontados); la percepción que ha quedado entre los colombianos es que tenemos un gobierno espurio, debido a esas prácticas denunciadas, con anterioridad, sobre falsificaciones de formularios E14, compra de votos y constreñimiento al elector por parte de autoridades y sus socios de las Farc. Lo sabíamos y más de uno, lleno de asco, prefirió apagar o cambiar de canal cuando divulgaron el 4 boletín antes de las 4 y 30.

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