EL FIN DE LA VERGÜENZA O LA DESVERGÜENZA SIN FIN

"Una mala paz es todavía peor que la guerra". Publio Cornelio Tácito.

La noche del 25 de mayo se pudo comprobar que a la gente se le conoce realmente, no en las buenas, sino en las situaciones difíciles y en las que las circunstancias adversas ponen en evidencia de qué material están hechas y sacan a la superficie su verdadera catadura moral.

El candidato presidente en su discurso luego de su derrota, intentó ocultar su desesperación, pero así como ha sido su gobierno, también en eso fracasó. Daba grima ver al candidato presidente intentando ocultar su angustia y su ego traicionado por la falsa certeza que la mermelada le había generado, solo en la tarima, pues ninguno de sus falsos aliados quería verse en la foto de los pasajeros del bus del descalabro.

El discurso de esa noche fue la demostración de su fracasado proyecto de llevar a Colombia a aguas profundas, aparentemente calmas por el ocultamiento de la situación real del país y de las nefastas intenciones y acciones terroristas de sus "nuevos mejores amigos", pero plagadas de los tiburones plenipotenciarios habaneros que le tienen secuestrado. ¿Cómo debía dolerle al que engañó una vez a nueve millones de colombianos, ver que ahora solo una pequeña porción sigue engatusada con su falso proceso de paz?

Pero lo mejor para Colombia fue que esa noche no quedó duda de que su proyecto político es de una pobreza monumental y que a quien escogimos como jefe del Ejecutivo, casi nada tiene que mostrar como ejecución. Cómo será de pobre su ejecutoria en estos cuatro años, que no pudo montar su campaña reeleccionista sobre lo que hizo, sino en promesas y anuncios, en lo que sí es experto, Si alguien necesita una imagen para describir estos tristes cuatro años, puede tomarle una foto al municipio de Gramalote, con tantas ruinas como promesas incumplidas. El gobierno Santos es el gobierno "Gramalote".

Varias inteligencias privilegiadas en la historia humana han coincidido en que hay tres opciones para que alguien sea escogido por otros como su representante y líder. En el caso ideal, que no es el caso actual, por el honor y el amor que despierta en los demás. En un nivel inferior de valor, por hacerse necesitar, comprando con cosas a quienes las necesitan o desean, y en el último nivel y el más degradante, por el temor que infunda en los demás.

El discurso desvergonzado del presidente candidato, ante la ausencia de honor y la imposibilidad de que todos los colombianos se dejen comprar con la mermelada oficial, mostró finalmente que lo único que le queda es amenazar a los colombianos con una supuesta catástrofe si no le compramos su "falsa paz", y dividir al país artificialmente, al mejor estilo Samper, entre los que quieren la paz de las Farc y los que según él solo desean la guerra.

Los colombianos llevamos 50 años siendo aterrorizados por las Farc, pero no nos vamos a dejar extorsionar por un candidato desesperado y aliado con lo peor de Colombia, que optó por ponerle fin, no a la paz, sino a la vergüenza.

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