La epicrisis electoral

“Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, qué Dios bendice a los malos cuando son más que los buenos”

Después de la elección presidencial. Con una victoria pírrica para las huestes apoltronadas en el gobierno, bueno es hacer una glosa sobre este acontecimiento que trajo un resultado lamentable para los sectores que acompañamos al líder conservador Óscar Iván Zuluaga.

El doctor Zuluaga, un hombre reposado y ecuánime, aceptó su revés en las urnas sin reclamo alguno por todas las tropelías cometidas por el gobernante y sus áulicos en el zafarrancho electorero.

Por otro lado el senador Álvaro Uribe, un varón temperamental y sanguíneo, pero todo un condotiero popular, denunció con valor todos los desafueros oficiales y fustigó severamente al régimen imperante.

El dirigente caldense Omar Yepes, quien funge como presidente del Directorio Nacional Azul, no olvidó su veteranía manzanilla para felicitar a Santos por el triunfo, en una forma indecorosa que lo posa de genuflexo para pasar las horcas caudinas.

Y fue serena y sabia la actitud de la jefe natural del conservatismo, la dama Marta Lucía Ramírez, quien fue mesurada en sus frases de reconocimiento para calificar al cuasi-dictadorzuelo que sojuzga este pobre país.

Este modesto soldado considera que el partido debe ser respetuoso con lo que pasó, pero el resultado en las urnas nos catapulta a hacer la oposición que le hace falta a la democracia colombiana. Pero no una señoritera oposición reflexiva, sino una oposición rotunda y clara que, de aquí en adelante, se dedique a desnudar y a combatir los errores del ejecutivo en contubernio con los otros poderes públicos.

En Pereira, un grupo de conservadores en uso de buen retiro, le vamos a enviar a la doctora Marta Lucía Ramírez un mensaje donde se le solicita expulsar del partido a los congresistas ‘mermelados’ que con su actuación insólita atajaron el triunfo de las derechas colombianas.

Dejemos que ellos sigan mendigando de rodillas las sobras del presupuesto nacional, pero ellos merecen al menos una sanción moral que desnude su actitud miserabilista. Consideramos que el partido Conservador no puede ser tierra de nadie, donde no se respetan los estatutos, la convención y sus estrategias.

Por ahora tasquemos el freno y la barbada, pero el conservatismo expresó nítidamente su vocación de poder y se hizo contar briosamente en las urnas. Se perdió una batalla, pero no se ha perdido la guerra. Siete millones de votos por Zuluaga representan medio país, que no pueden quedar a la deriva y que entonces necesitan una nueva generación de líderes que nos dirija por el desierto. Debemos seguir en pie de lucha pues Álvaro Gómez decía que: “La mayoría no es la mitad más uno, la mayoría es la razón”.

En esta funesta epicrisis electoral hay que evocar al expresidente y poeta José Manuel Marroquín que expresaba en un verso cánido y picaresco: “Y aquella perrilla sí, cosa es de volverse loco, no pudo cazar tampoco al maldito jabalí”.

Pero también acotar la sentencia lapidaria de alguien: “Ay del vencedor infame y cruel, si el vencido se escapa y da con él”. ¡Au!

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