A propósito de víctimas

Pues acontece que no nos da la gana legitimar como nuestro representante al doctor Humberto De la Calle. Y menos ganas nos da permitirle que abusivamente ceda ese derecho a los ultras mamertos que ha designado para que se tomen nuestra vocería, asuman nuestra tragedia y jueguen con nuestra voluntad. ¿Y qué?

Exhiba ante el mundo las credenciales de esa representación y desde ahora le diremos que son tan espurias como las que se ha tomado para hablar a nombre de los colombianos ofendidos por sus contertulios de las FARC. Nadie puede dar mejor derecho del que tiene. Con lo que queremos decirle que obre por cuenta de Juanpa cuanto se le antoje, pero no pase de ahí. No sea abusivo, doctor De La calle.

Esta farsa de los llamados diálogos de La Habana, ha ido demasiado lejos. Hora es de ponerla en su punto, cuando entre los contertulios han resuelto burlarse de centenares de miles de compatriotas que solo tendrían voz en la medida en que Alejo Vargas y Cepeda, y Piedad Córdoba y los izquierdistas de la ONU se la quieran conceder. ¡Ni más faltaba!

Vamos en que las FARC han resuelto que no tienen víctimas a las que les quepa pedir perdón, ni tienen verdad para contar ni obligación de indemnizar a nadie. Las pobrecitas han sido movidas por las circunstancias de un entorno maldito, frente al que no han tenido más que reaccionar en nombre de la justicia social que representan. ¿Y víctimas? ¿Qué cosa es ello?

Pues conviene refrescarles un poco la memoria. Porque para empezar olvidan los miles de niños y de jóvenes que se robaron de sus hogares para sumarlos a sus legiones malditas. Conviene que lean un librito que hace años publicó Human RightsWatch y que lleva por título “Aprenderás a no llorar”. ¿Lo olvidan? ¿No les da vergüenza ante el género humano haber sido capaces de semejantes atrocidades? No es imposible que el doctor De La Calle quiera desprenderse de esa impedimenta moral. En esa materia él es bastante laxo y a al parecer ha contagiado a Monseñor Castro, a quien tampoco parece impresionarle el recuerdo de esas criaturas que han padecido la peor esclavitud de nuestro tiempo.

Tampoco parece que  merezcan memoria los centenares de pueblos destrozados por sus cilindros bomba y luego rematados con sus fusiles. Antes de que Álvaro Uribe Vélez asumiera la Presidencia, esos ataques, con sus muertos, sus expoliaciones, sus reclutamientos forzados, eran pan cotidiano. El doctor De La Calle ignora tanto dolor, y tanta sangre y tanta ignominia. Al fin y al cabo, las penas de los demás son muy llevaderas.

Los secuestros de colombianos inocentes se cuentan por decenas de miles. De muchos de ellos nunca volvió a tenerse noticia. Sus familias han llegado al extremo de aflicción, conformándose con que les den el sitio donde puedan recuperar sus cadáveres. Pero es demasiado pedir. Porque las FARC no secuestran. Ellas retienen, y lo que pasara con esos infelices es seguramente por su culpa. Miren que no haber acordado el pago oportuno de un generoso rescate, no es tema de Timochenko y sus salvajes. Es una condición de la guerra, de esa cuyo final se ve tan próximo. Gracias, claro, a la bondad de las FARC y a la diligencia de De La Calle y de Sergio Jaramillo.

Las FARC han destrozado centenares de miles de hectáreas de bosque nativo, irrecuperable, para sembrar coca. Pero eso no importa. No hay colombiano que se diga dueño de sus selvas, por donde sale a la luz que en este punto no hay víctimas visibles. Como tampoco las hay en lo que toca con la destrucción inmisericorde de nuestros ríos para robarse su oro. Nadie llamará con ese título las puertas del Palacio de Convenciones de La Habana. No habiendo quejosos, no hay perdón qué ofrecer.

La humanidad puede mantener su queja por el derrame de petróleo del Exxon Valdés y del que la conmovió con el daño ecológico del Golfo de México. Esos accidentes atroces ya fueron juzgados y castigados. Pero la derrota de nuestra fauna y nuestra flora por los derrames de crudo, no valen la pena. Ya superan en mucho aquellas tragedias. Pero Márquez y Santrich y París y Catatumbo y Calarcá y Fabián Ramírez y Pascuas no tienen que rendirle cuentas a nadie por semejante atrocidad. De otro modo no habrían podido librar su linda guerra.

Las FARC son la organización más rica de Colombia. Constituyen la primera empresa de contrabando y son la mayor blanqueadora de capital. Todo eso le quita el pan de la boca a millones de compatriotas.

Pero tranquilo, doctor De La Calle. Tanta miseria no se nota. Siga usted seleccionando las víctimas. Pero con nosotros, no lo intente. Porque no nos da la gana. ¿Entendido?

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