Cepeda y la UP: ¿Mártires o genocidas?

Manuel Cepeda interceptaba cartas de los disidentes del PC y la UP, quienes, casualmente, después terminaban amenazados de muerte por la gente de las Farc..!

Viendo y leyendo los noticieros y periódicos que recurren a la amnesia nacional para hacer apología de bandidos a quienes presentan hoy como mártires de la patria, defensores de derechos humanos y campeones de la libertad y la democracia, hay que reconocerles sinceramente que han hecho un buen trabajo.

Gracias a esa labor,  el congresista Iván Cepeda, filofariano hasta la médula, en cambio de estar por allá en Rusia o en Hungría en compañía de Enrique ‘el manco’ Sierra, escondiéndose de la vergüenza por tener un padre bandido, hoy es portada de revistas del jet set chibcha y los reporteros se mojan de las ganas por hacerle entrevistas y fotografiarse con el hijo de Manuel y Yira, dos personajes tanto o más oscuros que su hijo, el congresista.

En los pasillos de los partidos políticos de Colombia se susurra, como si fuera delito decirlo, los nexos terroristas de Manuel Cepeda Vargas, y se sonrojan cuando escuchan hablar del “genocidio” de la Unión Patriótica, UP, el partido político de las FARC.

Hay que ir por partes. Lo primero es la necesidad de reconocer lo que el mismo jefe estalinista del Partido Comunista, Gilberto Vieira, le declaró a Humberto Valverde en una entrevista que le concedió en 1973. Vieira dijo con total desparpajo que “el hecho real es que el Partido Comunista participa en la lucha armada, tiene una organización, las FARC, y cree que ese movimiento tiene perspectivas de crecimiento y desarrollo..”

También es necesario recordar que la Unión Patriótica, FARC y Partido Comunista fueron responsables de varias matanzas en Urabá, destacándose entre ellas la “Masacre de La Chinita”, perpetrada en el Barrio La Chinita de Apartadó, el 23 de enero de 1994 pasada la medianoche.

Allí asesinaron vilmente a 35 humildes habitantes y por ese hecho Nelson Campo Núñez (alcalde de Apartadó en ese momento), Nahum Orrego Sosa y José López Bula (candidato a la Cámara), todos miembros activos de la Unión Patriótica, fueron llamados a juicio junto a 20 miembros más de este grupo político.

Se descubriría poco después de la masacre, que miembros de las milicias de las FARC se reunieron con el alcalde de Apartadó, Nelson Campo, y el aspirante a la Cámara José López Bula para planear el genocidio en La Chinita.  Allí se reunieron “Iván Márquez”, miembro de la UP y de las FARC al mismo tiempo, “Efrain Guzman”, “Evelio Carvajal” y “Rafael Goez”.

La UP nace como concesión macabra de Belisario Betancur a los terroristas de las FARC, en su política de paz entre 1984 y 1987. Luego de su creación, se le unen ante la opinión pública, el Partido Comunista y otros movimientos sindicales y de izquierda. Así, la UP empezó a hacer la tarea para la cual había sido creado por las FARC y el Partido Comunista: servir de instrumento “legal” para que los terroristas realizaran su labor de adoctrinamiento y captación de nuevos miembros para sus milicias y tropa en el monte, con la discreción y la máscara de este partido legitimado.

Porque la UP jamás fue la manifestación de la buena voluntad de los terroristas. Nunca fue cierto que la UP fuera la organización para demostrar gestos de paz de los bandidos, ni mucho menos buscaba la “reconciliación” con los colombianos. La mayoría de miembros de la UP no eran más que bandidos y auspiciadores del terrorismo, instrumentos para encubrir, espiar militares, planear masacres, desviar recursos públicos para las FARC y servir como banderín de lo que en esa época ya llamaban “la tercera vía de la democracia”.

El mismo Jacobo Arenas dijo en sus discursos que todo esto era simple y llanamente una “respuesta práctica” frente a la coyuntura sociopolítica del momento. Mientras las FARC seguían cometiendo sus crímenes, la UP actuaba sobre la población civil con un discurso de reivindicación pacifista por la igualdad y los derechos humanos.

La UP siempre actuó bajo el amparo armado de las FARC y las directrices del Partido Comunista. Los tres eran cabezas de la misma Hidra. Incluso, en varias regiones del país, quienes conminaban –fusil en mano- a la población civil para que integraran la UP, eran bandidos armados de las FARC: Los Frentes 14 y 15 fueron especialmente efectivos en esta labor.

Así, actuando como un solo cuerpo (que lo son), mientras las FARC seguían con sus atentados, asesinatos y secuestros, la UP denunciaba a los cuatro vientos supuestas agresiones del Ejército y “la extrema derecha” contra el proceso de paz de Betancur. El periódico VOZ, órgano del Partido Comunista (medio de estos criminales para colocar en sus páginas la lista de sus opositores para sicariar), reproducía los comunicados de los terroristas y falseaba información que algunos grandes medios reproducían como cierta. Actos cometidos por las FARC contra sedes de la misma UP eran denunciados como hechos cometidos por el Ejército como parte de “una guerra sucia” para exterminar a los miembros pacíficos de la UP.

Un ejemplo de estos burdos montajes para criminalizar al Ejército, fue el caso de finales de 1985, conocido como “Las Cañas”, la vereda donde ocurrió un enfrentamiento en el que los bandidos atribuyeron al Batallón Voltígeros una “masacre” de 22 guerrilleros y un “civil al que el mando militar hizo aparecer como ‘guerrillero muerto en combate’”. Dijeron los hampones que el Ejército había emboscado a estos guerrilleros que iban pacíficamente a hacer una labor humanitaria en pro del proceso de Paz. El periódico VOZ regó como pólvora esta falsa acusación y los medios de comunicación extendieron la calumnia a nivel internacional.

La verdad de lo ocurrido es que un comando de las FARC había llegado hasta el sitio luego de atacar a unos trabajadores reunidos en Currulao. Un poco más tarde, el Ejército, que patrullaba la zona, encontró a los bandidos en la vereda Las Cañas, donde se produjo el enfrentamiento que dio de baja al comandante “Otoniel González” y otros 22 terroristas.

Los terroristas abatidos fueron enterrados cerca del lugar del enfrentamiento con una placa conmemorativa que destacaba “el valor y el heroísmo” de los bandidos. Años después, en agosto de 2008, la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, fue dirigida allá para exhumar esos cadáveres que presentaron a la prensa internacional como “víctimas de los grupos paramilitares”. A ese show acudieron Luis Moreno Ocampo, Fiscal de la Corte Penal Internacional, Mario Iguarán, Fiscal general de la Nación, y Baltasar Garzón, el juez español prófugo de su país y que tanto ha ayudado a las FARC. Quien había dado la información era alias “H.H” un paramilitar que había sido miembro de las FARC, precisamente del Frente que sufrió el golpe en Las Cañas.

Gracias a esa “revelación”, organizaciones de izquierda y prensa como “Semana”, pedían al gobierno de Álvaro Uribe que no extraditara a este “valioso colaborador” de la paz.

Así pues, no es nada extraño que la UP denuncie ante las ONG de derechos humanos el “genocidio político” de su grupo, cuando la misma UP está llena de genocidas.

La UP-FARC-PCC no solo falsearon hechos, sino que también montaron falsos positivos para acusar al Ejército de las masacres que ellos cometieron.

Acusaciones de varias masacres recayeron sobre los principales cabecillas del PCC-UP-FARC en Urabá y Bogotá: Aida Abella, entonces concejal de Bogotá y presidente de la UP, Manuel Cepeda, representante a la Cámara por la UP, Ovidio Marulanda, Álvaro Vásquez del Real, éste último miembro del Comité Central del Partido Comunista y que fungía como emisario autorizado de Jacobo Arenas para todos sus planes criminales.

Los señalamientos contra la UP no provienen de la ‘derecha’ colombiana,  sino que quienes los acusan son sus propios camaradas: los guerrilleros desmovilizados del EPL.

Debido al asesinato en Urabá durante enero de más de 100 guerrilleros desmovilizados, Felipe Fuentes, del EPL, dijo en 1993, después de las masacres: “Fue obra de las milicias bolivarianas. Aunque en el resto del país se cree que las milicias bolivarianas hacen parte de las FARC, en Urabá reciben órdenes directamente del partido comunista..”

Pero, como ha sido ya tradicional en los bandidos, los dirigentes del Partido Comunista y la Unión Patriótica, al mismo tiempo que publicitan su discurso en defensa de los derechos humanos, han controlado políticamente el Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos (que es fuente para los datos de Amnistía internacional, America’s Watch, y otras ONG que usan para denunciar a miembros de las Fuerzas Militares)

Meses antes de la denuncia de Fuentes, en octubre de 1992, Manuel Terrero Pérez, Fidel Ernesto Santana, Francisco Elías Ramos y Guillermo Antonio Brea, todos dominicanos, habían capturados en Colombia, acusados de recibir entrenamiento terrorista de las FARC “en coordinación con la UP y el Partido Comunista..” Manuel Terrero no dudó en declarar ante la Fiscalía que en los campamentos de las FARC “estuvieron presentes en diferentes ocasiones, en conferencias de carácter político, el señor Vásquez, la señora Aida Abella y el diputado Manuel Cepeda”.

Las investigaciones arrojaron un resultado que ya todos conocían: “la actual escalada subversiva y la escuela internacional guerrillera de las FARC, la Unión Patriótica y el Partido Comunista” hacían parte de ese “plan totalitario cubano para América Latina”

En el año de 1994 se conocieron importantes documentos que revelaron los vínculos estrechos de miembros de la UP y el Partido Comunista con las FARC y el ELN a quienes servían como lavadores de dinero y testaferrato.

No hay que olvidar que Iván Márquez era, al mismo tiempo, guerrillero de las FARC y congresista de la Unión Patriótica, y que él y su movimiento estuvieron involucrados en 1991 en el secuestro de técnicos japoneses de la Toshiba y en el de dos suecos que pagaron una multimillonaria suma por su rescate.

Por eso es que personajes como Manuel Cepeda debería ser bajado de su pedestal mediático y reducirlo a la simple y llana verdad de sus actuaciones como miembro de la UP-PCC-FARC, como el Pazuzu -ese gran demonio sumerio cuya tarea era regresar a otros demonios al infierno- que nos tocó en mala hora.

Dice José Obdulio Gaviria: “Manuel Cepeda interceptaba cartas de los disidentes del PC y la UP, quienes, casualmente, después terminaban amenazados de muerte por la gente de las Farc..!” Y reta a Iván Cepeda a que hable “del trato de “desechables” que ‘Jacobo Arenas’ daba a los UP, porque mientras más muertos tuviera, más se aceleraba la conciencia de la necesidad de la insurrección armada (…) de cómo las Farc, con consentimiento del PC, secuestraron y asesinaron a miembros disidentes de la UP;  de cómo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano’, y las Farc se ensartaron en una guerra a muerte por líos en sus negocios de droga y cómo la primera víctima fue la militancia de la UP. (…) de cómo ‘Jacobo Arenas’ ordenó perseguir a muerte a los perestroikos (comunistas desilusionados de la violencia) y cómo su mejor aliado (de Arenas) dentro del Partido fue Manuel Cepeda..

“Las Farc no son ingratas. Su cuadrilla más sanguinaria, epónima de Manuel Cepeda, honra diariamente su memoria. Iván, su hijo, no se inmuta por ello y, en cambio, se ufana de que nuestra justicia está condenando a “mandos del Ejército y a líderes políticos como ‘autores mediatos’ (…) por ser dirigentes de aparatos de poder destinados a cometer crímenes de lesa humanidad..”

Y ni qué hablar de la madre del congresista Iván Cepeda. Yira Castro, como dirigente del Partido Comunista Colombiano, fue ficha clave para adoctrinar a la prensa libre del país. Usando su poder como miembro del Círculo de Periodistas de Bogotá, y presidente de la Federación Colombiana de Periodistas y trabajadores de la Prensa –Fedeprensa- colocó pacientemente las minas quiebrapatas para exterminar profesionalmente a periodistas independientes mientras realzaba –al mismo tiempo- a los comunicadores afectos a la banda terrorista.

Por eso no es de extrañar que organizaciones como la FLIP, infestadas de marxistas profarianos, que supuestamente defienden la libertad de prensa, no dudan en ocultar los pecados de sus periodistas afines mientras que alientan, en contubernio con el gobierno cómplice de las FARC, a que altos funcionarios denuncien penalmente a periodistas de la oposición por hechos tan aberrados como falsos –como es el caso de este servidor, víctima de Andrés Villamizar Pachón- fomentando la censura de prensa siempre y cuando ésta no afecte sus míseros intereses.

Manuel Cepeda y Yira Castro, haciendo manifiesta la combinación de todas las formas de lucha, son quienes en Praga le transmiten a Jaime Bateman Cayón las instrucciones de Jacobo Arenas para que dé a luz el M-19, ese engendro hijo del Partido Comunista y las FARC.

Los lectores se preguntarán qué sucedió con las acusaciones en contra de los dirigentes de la UP-PCC-FARC por las masacres cometidas en los años noventa. Unos resultaron impunes, a otro le hicieron plebiscito para darle blindaje jurídico, y los que pagaron parte de la pena fueron indultados luego por el gobierno de Andrés Pastrana en esa otra farsa de “diálogos de paz” que ocurrió en el Caguán.

La verdad, pues, está dicha. La UP, el Partido Comunista y las FARC son lo mismo. Súmenle otros partidos políticos de izquierda, como la Marcha Patriótica, y obtendremos el panorama amplio de la maldad que utiliza el engaño para llegar a su propósito: la toma del poder.

Pero esta es apenas una muestra. Basta ver todos los movimientos y partidos políticos reunidos en el Foro de Sao Paulo, para entender que todos los allí afiliados son tan criminales como el gestor: Fidel Castro.

Y nos quieren hacer creer que ese es el destino ineludible de Colombia. No por nada hace pocas horas el criminal Timochenko aseguró, hablando de las atrocidades de FARC-UP-PCC:

“Nos sentimos orgullosos, no nos arrepentimos ni siquiera por un instante de lo hecho. Y jamás vamos a hacerlo”

¡Ah, cinismo de estos facinerosos…!

@ricardopuentesm

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