CON PASTORES ASÍ, LOS LOBOS SALIVAN

Palabras del policía Ronald Ruiz luego de ser atacado por las Farc él y su familia con una granada en Arauca: "Mi niña lloraba y yo le hablaba, le decía que no cerrara sus ojitos. Que no se me durmiera. Pero en el camino se murió. Cuando llegamos al hospital no había nada que hacer. Una esquirla de aquella granada le atravesó el corazón".

BBC: "¿Ustedes se arrepienten de haber causado tantos muertos, tanta violencia?"

Rodrigo Granda: "No. Es que nosotros no hemos hecho sufrir a nadie".

Creo que estas noticias indignan y atemorizan a la mayoría de los colombianos porque son graves manifestaciones de cuál es la naturaleza de los enemigos de Colombia y de la indolencia e ineptitud de quien dirige al país. Pero debo confesar que más temor me están infundiendo las declaraciones del presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.

¿Será que para ser presidente de algo en Colombia habrá que ser complaciente con la guerrilla?

No dudo que su postura responde a la vocación pacifista de la Iglesia Católica, pero si solo esa fuera la función de la Iglesia tal vez nos hubiéramos cambiado de religión hace rato, cosa que no voy hacer así haya religiones menos exigentes que esta, o hubiésemos convertido en deidad a Mahatma Gandhi.

No acepto por nada de este mundo ni del otro, que los pastores justifiquen y defiendan a las fieras que atentan contra su rebaño, así la intención sea buena. Qué indefensión la que se siente cuando Monseñor Castro considera que el asesinato y el secuestro de sus ovejas, la sed de sus ovejas, que no pueden tomar agua porque las fieras contaminaron el río derramando petróleo, son simplemente "inconvenientes". ¿Cómo se atreve un pastor a tanto? Hasta las ovejas de verdad dudarían de quién los está guiando.

Oír a Monseñor promoviendo la continuidad de una ignominiosa negociación en La Habana haciéndonos los ciegos a lo que está sucediendo desde hace dos años; calificando de "guerrerista" a quien imponga condiciones apenas lógicas y decentes para que se pueda adelantar una conversación; o justificando la existencia de la guerrilla con los mismos argumentos mamertos que permearon a muchos miembros de todas las dirigencias de este país, como el de las "causas objetivas de la violencia" y del "perverso modelo económico", provoca un sentimiento mezclado de desaliento y miedo.

Si esas son sus convicciones y el papel que cree debe tener un pastor, me siento más seguro sin él que con él. Seguiré confiado en Dios, el jefe de ambos, pero no en este intermediario.

La paz a cualquier precio, con impunidad y pisoteando la vida y dignidad de las personas es más maligna que la peor de las guerras, y aunque estoy convencido de que el perdón es un instrumento poderoso para la coexistencia viable y fructífera entre los seres humanos, tampoco he olvidado que Dios condiciona el perdón, pues "La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción" (Concilio de Trento).

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