EN LA HABANA HABLANDO, Y EN COLOMBIA DISPARANDO…

¿Será que en este punto de los diálogos entre el Gobierno y las Farc en Cuba el presidente Juan Manuel Santos en verdad tiene claro un límite para levantarse de la mesa?

Lo pregunto sin malicia. Es decir, no lo hago porque quiera veladamente que el proceso fracase –como algunos-, pero tampoco quisiera caer en esa resignación activista del “todo vale por la paz” -como otros-, y por eso pregunto ¿será que entre todas sus valentonadas y ceños fruncidos en discursos el Presidente en serio ha considerado en algún punto ponerle fin al esfuerzo de su Gobierno de negociar con las Farc?

Insisto, una pregunta nacida de una preocupación personal, pero también sustentada en la opinión pública, en algunos analistas y opinadores y, sobre todo, en las personas del común. Ellos también se preguntan si existe un límite, una frontera clara en lo que es tolerable y lo que no en las acciones criminales de las Farc (como la muerte de las niñas en el Cauca, luego de que su casa fuera impactada por dos “tatucos” lanzados por guerrilleros de la columna móvil Gabriel Galvis).

Claro, el Presidente, frente a la reciente ola de atentados terroristas, sabotajes a la infraestructura y ataques a la Fuerza Pública en Cauca, Arauca y Norte de Santander, ha lanzado amenazas, diciéndoles a las Farc que “están jugando con fuego”. Pero no es la primera vez que hace algo parecido, ya en el pasado había sostenido –con torpeza, por supuesto- que si las Farc atentaban contra “alguien importante” se levantaba de la mesa.

El Presidente tiene un concepto muy curioso de “importancia”.

El problema es que en su perversa lógica –que la tienen- la dirigencia de las Farc ha establecido un sistema de presión sobre los asuntos de la mesa de negociaciones de La Habana a punta de “demostraciones de poder” en el territorio colombiano. A falta de la capacidad para dar golpes fuertes contra la Fuerza Pública o movilizaciones importantes contra la institucionalidad del país, se han decidido por la manera más barata y efectista (por no decir cobarde) de enfrentar a un enemigo que es superior en recursos y fuerza: el terrorismo.

Y en el camino de las Farc y su objetivo de verse “fuertes” en La Habana, han quedado los civiles y militares muertos, los daños al desarrollo económico del país, y el petróleo contaminando varios ríos. Mientras tanto, Santos sigue lanzando amenazas, pero en tanto los ataques no merman, más bien aumentan, pareciera que el Secretariado no le teme mucho a las palabras del Presidente.

¿Será que las Farc, como sospechamos muchos colombianos, saben que al final el propio Santos no se levantaría de la mesa pase lo que pase?

E insisto, no es por malicia –como dirán algunos-, yo solo hago preguntas.

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