Malas señales

De La Habana viene un barco cargado de… malas señales. Las FARC, expertas en darse tiros en el pie, no han hecho nada para llevarnos a creer a los colombianos que se merecen la isla de Cuba por ‘cárcel’. Por el contrario, mientras critican el modelo social y piden cambios estructurales, golpean cruelmente a la población civil como han hecho durante los últimos 60 años. No cambian. Las expresiones retadoras de Timochenko en contra de las víctimas, diciendo que esa guerrilla no se arrepiente de nada, sumadas a los hechos violentos de las últimas semanas indican que las cosas no van por buen camino.

¿Qué tiene uno que negociar con una guerrilla que no combate conforme a las reglas de un conflicto armado sino que ataca inmisericordemente a la población civil? ¿Qué tiene uno que hablar con una guerrilla que asesina niños -y los que quedan vivos, los recluta- y es capaz de retar a la sociedad civil que muere de sed por la sequía, vertiendo petróleo en los pocos ríos que quedan todavía en ciertas zonas del país? A Buenaventura la dejan sin luz por más de 3 días. En el Meta le ponen una bomba al acueducto. En Tumaco, según la Human Rights Watch, asesinan y siembran terror porque esa costa les interesa únicamente para mover narco submarinos.

Desde la ‘civilidad’, la respuesta se demora. El Ejército se ve cruzado de manos y el presidente de la República, comandante en jefe de esas mismas Fuerzas Armadas, tarda mucho para mostrar los dientes, con lo cual nadie le cree. En la Corte Constitucional, no discuten un marco para la paz sino una gabela impresentable que de aprobarse generaría la total impunidad: permitir que responsables de delitos de lesa humanidad lleguen al Congreso sin pasar un solo día por la cárcel. Fue el regalo que nos dejó antes de irse el impúdico magistrado Alberto Rojas y que esta semana tendrán que decidir si aceptan o no los otros togados de la Corte.

Señales terribles que se nos muestran en un país en el que quedan más dudas que certezas. Yo seguiré siendo un escéptico funcional: quiero que la paz llegue, pero me cuesta mucho creer que será así como la conseguiremos.

Todas estas malas señales que se han convertido en hechos dolorosos, nos van dejando sin esperanza.

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