La economía no va bien

Cuando se revelaron las cifras del primer trimestre advertimos que el crecimiento estaba fundamentado en la expansión de unos pocos sectores que no es sostenible.

Las cifras del segundo trimestre muestran una fisionomía similar y una disminución del crecimiento al 4,3%. El modesto dinamismo se explica por los servicios que avanzan por encima del 5% y las obras civiles que lo hacen al 18%. Los sectores que configuran la estructura de la economía están en franco descenso. La industria baja 1,6%, la minería cae 2,2%, la agricultura crece 1,6% y la construcción de vivienda se desinfló.

Todos ellos reflejan debilidad en el modelo de crecimiento que viene de atrás y se acrecentó por el fracaso de las locomotoras del plan de desarrollo. El impulso de la economía proviene de la minería y la inversión extranjera que provocaron una gran afluencia de divisas y la proliferación de proyectos de rentabilidad dudosa. Lo cierto es que la monumental inversión en el sector minero no rindió los resultados previstos, y más, no se reflejó en los grandes hallazgos del pasado. En su lugar, la abundancia de divisas promovió la revaluación que desmantelo la industria y la agricultura, a cambio del abaratamiento de las importaciones y el disparo del crédito, que no son sostenibles. La mayoría de los bienes transables superan los internacionales y las importaciones sustituyen sin consideración la producción de materias primas y el empleo formal.

La información de las cuentas nacionales tiene una clara manifestación en el empleo y la distribución del ingreso. La ocupación aumenta 1,5%, la mitad del promedio histórico, y desciende en la industria y la agricultura. Las oportunidades de trabajo se relegan a la informalidad. Aún más dramático, el empleo crece menos que la población y los salarios reales aumentan a la mitad del ingreso per cápita. La participación del 40% más pobre en el producto nacional disminuye; los ingresos de los pobres suben mucho menos que el promedio.

La tendencia declinante de los dos primeros trimestres se mantendrá en los siguientes. Mientras continúe el cuantioso déficit en cuenta corriente y la revaluación, la industria continuará en recesión, la agricultura en estancamiento y la minería seguirá en decadencia. Por su parte, el impulso de las obras civiles, por provenir del aumento de presupuestos que contribuyen al valor agregado por una sola vez, decaerá progresivamente. El quiebre de la burbuja de la construcción privada no tiene forma de recuperarse a corto plazo.

Las comparaciones de Colombia con los países de América Latina no resuelven nada, y menos con los de la Alianza del Pacífico. En el fondo se están cotejando economías que enfrentan el mismo panorama e iniciaron el descenso en momentos distintos. Colombia resistió la caída con más inversión extranjera y revaluación, y ambas están de regreso. Lo que se percibe en los próximos años es el deterioro generalizado de América Latina, causado por el nuevo coletazo de la globalización acentuada por los TLC. La región cada vez se parece más a Europa, que no ha podido salir de la crisis causada por la rigidez de la modalidad cambiaria del euro. El desplome de los salarios, que ha tenido lugar en todos los países y en mayor grado en los periféricos, ha sido insuficiente para superar el estancamiento y la recesión.

En fin, los altos precios de los productos básicos y la entrada de inversión extranjera configuraron un perfil productivo que hizo aguas. La economía colombiana está abocada a una reducción cuantiosa del déficit en cuenta corriente que elevará la inflación, reducirá los salarios reales y generará presiones recesivas. Lo peor de la revaluación es que termina en devaluación forzosa.

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