LAS FARC Y LA COCAÍNA

Que las FARC contribuyan a ganar la lucha contra el narcotráfico valdría tanto como pedirle a Hitler su ayuda para  combatir la crueldad en los campos de concentración. Claro que si lo que se busca es el consejo de los expertos, llegaron donde había.

Lo que parece un chiste de mal gusto tiene incidencias enormes para nuestro futuro. Porque esta nueva treta de Santos y sus cómplices tiene por objeto perdonar el tráfico de drogas y blindar a quienes lo han cometido en grande contra las impertinencias de los Estados Unidos. Contra la extradición, para ser exactos.

La cuestión empieza por el tratamiento de las zonas cocaleras. Tratándose de regiones campesinas, han de usarse compasión y buenas maneras. La mano dura hay que proscribirla. Por eso se empezará por convencer amistosamente a los cocaleros para que abandonen el negocio, después de ofrecerles otro más rentable y carente de riesgos. Esa tarea, como cualquiera lo sospecha, se le asigna a las FARC.

No nos ha dicho el Talleyrand criollo, el Doctor De La Calle, de cuánto tiempo dispondrá Timochenko para esta amistosa pedagogía. Suponemos que será cuestión de años. Pues si vencido ese plazo indeterminado los campesinos persistieren en su negocio, se usará la fuerza contra sus cultivos. Que excluye, por supuesto, el descortés recurso a las fumigaciones aéreas. La erradicación será manual y queda por ver quiénes serán los erradicadores. Probablemente los milicianos, pensamos nosotros.

Así, entre zalemas y sofismas el documento de La Habana deja claro que la cocaína disfrutará por años de la comprensión del Estado. Mientras tanto, que el país soporte la violencia que ese maldito negocio genera. Pero no importa. El todo es no molestar a Juanpa ni oscurecer su gloria.

Ni una palabra dicen los documentos de paz, es como los llaman, de los fabulosos capitales que se han amasado con esa práctica. Al fin y al cabo, una organización tan respetable como las FARC no puede quedar exhausta de recursos.

Tampoco hay nada dicho de la manera que tenga Colombia a mano para tratar el problema internacional que estas condescendencias le generan con los Estados Unidos. Pero como ya está prevista la revisión de los TLC, puede aprovecharse el envión para revocar todos los demás convenios vigentes. Como los muy incómodos que implican la extradición de delincuentes colombianos que afecten la seguridad de los demás pueblos.

Las Fuerzas Militares no dejan de ser incómodas para la bonanza del negocio. Pero todo está previsto. Ya se va perfilando la tesis de dedicarlas exclusivamente a la defensa de la soberanía frente a los ataques externos. Mientras nos protegen de los rusos y los chinos, el narcotráfico lo maneja la Policía. ¿Es encantador, verdad?

Queda todavía por resolver un pequeño problema. El Código Penal contempla el narcotráfico como delito autónomo, en nada ligado al delito político. Pues ya está la solución, que se impone apenas propuesta la dificultad. Como las FARC son una organización política, cuanto hace para financiarse es parte de esa estructura. El narcotráfico, con la explotación del oro, el contrabando, la extorsión y el secuestro se convierten en delitos políticos que tendremos de perdonar para que haya paz. Si nos llega a parecer otra cosa, seremos instigadores de la violencia y enemigos de la convivencia. Lo tenemos claro.

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