¿Más participación o no reelección?

El nuevo rumbo de la democracia va más allá del tema de la reelección.

Ahora que se discute el tema de la reelección, bien vale la pena inyectarle al debate algunos elementos sobre los cuales se escucha poco.

En primer lugar, ésta es una de esas instituciones que aparecen y desaparecen de la Constitución Nacional. El asunto es un tema viejo, carece de novedad y ha dado varias vueltas en las normas de nuestra Carta fundamental. Esos ires y venires le han proporcionado material suficiente a nuestros historiadores. Varios afirman que, cuando se ha permitido, el ensayo ha terminado en “fracasos ruidosos o dictaduras oprobiosas”.

A dicha conclusión llegan después de analizar los balances de Simón Bolívar, Tomás Cipriano de Mosquera, Rafael Reyes, Alfonso López Pumarejo y Gustavo Rojas Pinilla. En otros casos son más benévolos, como sucede con las conclusiones que sacan acerca de Manuel Murillo Toro y bastantes de ellos, no todos, respecto de Rafael Nuñez.

Ni hablemos de lo relacionado con la duración del período presidencial. Se han ensayado tantas fórmulas que, a los cuatro años que hoy tenemos, se llegó después de extenderle el período a Rafael Reyes a diez años, de considerar que los 6 que se consagraron en el texto original de 1886 eran muchos, y de sufrir los riesgos y peligros de los 2 que tuvieron vigencia mientras existió la Constitución de Rionegro. Cada una de las reformas que se han hecho obedecen a una coyuntura particular de la vida nacional. Pero es mejor dejar ese asunto para otra columna.

Por el momento, el primer mensaje es que no estamos descubriendo el agua tibia. De otro lado, la reelección está lejos de ser el gran tema institucional que debe considerarse en nuestro país.

Si de equilibrio de poderes se trata, en los tiempos que vivimos, hay materias de mucho mayor fondo. El modelo de Estado que se consagró en la Constitución del 91 se va a fortalecer? Existe ya un proyecto claro para sustituirlo por otro, en el caso de que esa sea la idea? Cómo vamos a conseguir que la soberanía resida, efectivamente,en el pueblo? Dónde están las iniciativas para garantizar la independencia real de los poderes?

No nos engañemos. Debates y decisiones de este calado son las que se requieren para darle un nuevo rumbo a la nación y lograr que renazca la credibilidad de los ciudadanos en lo público. Los niveles de desprestigio al que ha llegado nuestro edificio institucional aterran. De este mal momento no saldremos si se sigue creyendo que lo que hay que hacer es continuar “desguazando” la Carta.

No obstante, mientras se crea el clima para propiciar un gran acuerdo, que haga posible estructurar lo fundamental, lo mejor es incorporarle, constructivamente, nuevas dimensiones a las discusiones del momento. En materia de democracia y ciudadanía, la apuesta más audaz de los últimos años ha sido la búsqueda de mayor participación. En realidad, eso es lo que está en juego.

Se le va a permitir a los colombianos que se pronuncien sobre un gobierno o se va a dar marcha atrás? Claro está que hay que nivelar la cancha. Y para hacerlo, urge reclamar que nazca el tan esperado estatuto de la oposición.

Pero no solamente eso. También es urgente seguir fortaleciendo la participación, en lugar de debilitarla impidiendo que el pueblo emita su veredicto sobre el gobierno que aspire a confirmar la confianza de la gente.

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