‘Mermelada’ y reforma tributaria

¿Una reforma antitécnica que se vaya en 'mermelada'? Mejor un IVA educativo y gravar dividendos o utilidades…

Nada hace más impopulares los impuestos que la percepción generalizada de que el gasto público se distribuye de acuerdo con los intereses de los políticos y no con los de los ciudadanos. Y que, por eso mismo, es muy ineficiente y hay mucha corrupción. Esa percepción se ha acentuado con el aparente cinismo con el que Santos defiende la ‘mermelada’.

Un trabajo reciente demuestra los efectos nefastos de esta práctica. Los congresistas llevan recursos del presupuesto nacional (‘mermelada’) solo a los municipios que dominan electoralmente. El alcalde puede hacer más gasto con esos recursos, sin aumentar el recaudo de impuestos locales. Pero tiene que invertirlos según los deseos del congresista y se convierte en su rehén: su carrera política depende de este y no de cumplirles a los electores locales. Aun si no hay corrupción (y con frecuencia la hay, pues al alcalde le toca usar a los contratistas que indique el congresista), la ‘inversión social’ de la ‘mermelada’ no se rige por las prioridades de los ciudadanos.

En contraste, cuando hay competencia política y el municipio no tiene dueño, a ningún congresista le interesa llevarle ‘mermelada’. Si el alcalde quiere hacer más gasto, tiene que incrementar los impuestos locales. Esto, a su turno, lo obliga a invertirlos de acuerdo con lo que desean los ciudadanos o, de lo contrario, ahí termina su carrera política. Los ciudadanos son muy exigentes sobre cómo se invierten sus impuestos porque les duele pagarlos. En cambio, no supervisan cómo se invierte la ‘mermelada’ (o las regalías) porque no les aprietan el bolsillo y ni siquiera saben cuánto es su monto. En razón de lo anterior, los autores encuentran que hay mejores servicios públicos (agua, educación, salud) donde hay menos ‘mermelada’.

Este hallazgo concuerda con investigaciones en muchos países sobre qué hace que la descentralización funcione o resulte un fracaso. Y con su conclusión: las transferencias de la Nación deben tener un monto conocido, no depender de la discreción de un ministro o un congresista, dedicarse a fines específicos y tener buena supervisión del Gobierno Central sobre su correcto uso. Estas cuatro condiciones se cumplen en el Sistema General de Participaciones. Las últimas dos no se aplicaban a las regalías y por eso se malgastaron tanto. Y la ‘mermelada’ no cumple con ninguna de ellas.

En resumen, la ‘mermelada’ pervierte la descentralización. Convierte a alcaldes elegidos en simples mandaderos de los congresistas y no se invierte según las prioridades locales. Si Santos quiere que los ciudadanos (y no solo los congresistas) aprueben su reforma tributaria, tiene que dejar de distribuir tanta ‘mermelada’ y de defenderla tanto. De lo contrario, solo aceptarán nuevos impuestos que tengan destinación específica a servicios que todos valoren. Por eso hay ya un consenso en que, de subirse el IVA, su recaudo se debe destinar exclusivamente a mejorar el cubrimiento y calidad de la atención a la primera infancia y la educación básica: un ‘IVA educativo’.

Si Santos II desea ser coherente con su discurso de posesión, según el cual la educación es uno de sus tres pilares, debería hacer esto ya. Y, por razones de equidad, su segundo pilar, debería gravar solo el patrimonio personal e imponer un impuesto a los dividendos o una sobretasa a la renta. Pero de ningún modo subir el impuesto de patrimonio a las empresas, así sea el camino más fácil en el Congreso. Eso sería un despropósito. Agravaría su descapitalización y las haría más frágiles. Así, cuando pasen las vacas gordas, que algún día pasarán, tendríamos poca inversión, poco empleo y muchas quiebras.

Este paquete sería duro, pero tendría la virtud política de ser balanceado: ni solo IVA, ni solo patrimonio y dividendos. Sería un error dejar el IVA para después.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar