No somos guerreristas

Continúa la acriminación contra el uribismo. De nuevo nuestro partido político ha sido objeto de una feroz arremetida del gobierno. Esta vez el ataque artero provino de la mesa en la que el gobierno dialoga con el terrorismo en La Habana.

Se veía venir la arremetida. Hace pocos días recibimos la cuota inicial por parte del negociador Humberto de La Calle Lombana quien, desde la ciudad de Miami dijo, palabra más palabras menos, que si el proceso fracasa la culpa será de quienes nos oponemos a la paz con impunidad que se está tratando de pactar con las Farc.

No me cansaré de repetirlo. Queremos la paz, pero no esa paz que el gobierno Santos trata de venderle a Colombia y al mundo. En diferentes oportunidades y escenarios he enumerado las condiciones mínimas que se requieren para que la paz sea viable. Empezando por un castigo a los responsables de crímenes atroces, se garantice la no repetición, la reparación efectiva a integral de todas las víctimas y se impida que los perpetradores de los más horrendos delitos contra la humanidad no sean elegidos ni nombrados en cargos públicos.

A la arremetida del señor de La Calle se sumó la publicación de algunos documentos y acuerdos a los que hasta ahora han llegado el gobierno y los terroristas. Pero el papel lo aguanta todo porque nada de lo que diga en esos folios tiene validez alguna. A último minuto podrán hacerse los cambios que se quiera puesto que ese proceso está regido bajo el principio del “todo único” lo que significa que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.

Pareciera que el gobierno, consciente de las dificultades que trae pactar con terroristas, estuviera preconstituyendo las pruebas para justificar su estrepitoso fracaso. Si el proceso de La Habana se hunde saldrán-todos a una como en Fuenteovejuna- a culpar al uribismo.

Si fuéramos unos guerreristas como se nos ha pretendido calificar, ¿cómo explican entonces los insuperables resultados que en materia de paz se dieron durante los 8 años de gobierno del Presidente Uribe? Más de 50 mil hombres que otrora integraban las filas de los grupos armados organizados al margen de la ley entregaron sus armas e iniciaron un proceso de reincorporación a la vida civil.

Esos que se aterran por las revelaciones –muchas de ellas amañadas y signadas por la sed de venganza- de los desmovilizados jefes de las autodefensas deben reconocer que el país ha podido conocerlas gracias al proceso de paz y la aplicación de la ley de Justicia y Paz que se adelantó durante el gobierno anterior. Antes de 2002 las AUC eran un mito. Un mito peligrosísimo porque además de su capacidad criminal, gozaba de aprecio y afecto por vastos sectores de la sociedad.

El presidente Uribe fue el único mandatario que tuvo el valor de encarar ese sin miedo. Pudo haberse hecho el de la vista gorda, emulando a todos sus antecesores. Pero prefirió irse por el camino de la institucionalidad y del fortalecimiento de la democracia. Para él, era impensable planificar una exitosa política de seguridad democrática si en el horizonte campeaba una organización que se calificaba a si misma como defensora del Estado. Consciente de que al Estado lo defienden las fuerzas institucionales, tomó la decisión de desactivar ese aparato de violencia sin detenerse un instante a valorar los riesgos personales que una determinación de semejante envergadura traía consigo. Uribe los desarmó, los encarceló, los sometió a la ley y a quienes fue menester, extraditó.

¿Guerreristas los uribistas? ¿Acaso nosotros propusimos que los desmovilizados de las AUC y de la guerrilla que se acogieron a la ley de Justicia yPaz quedaran impunes? ¿O se nos ocurrió si quiera valorar la posibilidad de permitir que esos delincuentes pudieran ser elegidos? La respuesta salta a los ojos: no.

Por más que se nos quiera seguir criminalizar y estigmatizar, seguiremos convencidos de que la paz que merece Colombia debe venir acompañada de no impunidadde los victimarios, porque acá los privilegios solo deben ser para unos solos: los ciudadanos de bien que no han empuñado un fusil ni han asesinado a sus congéneres para alcanzar sus metas de vida.

Representante a la Cámara por Antioquia

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