No soy capaz

No soy capaz de firmar la paz a cambio de entregarles el país a las Farc, porque los puntos fundamentales que ya debería contener el borrador para una paz eficaz y de largo plazo se eluden, se aplazan en los “acuerdos con fines electorales” de La Habana.

No soy capaz de convivir con el narcotráfico tolerado por el Gobierno. Quienes consideramos que “el narcotráfico es el combustible que alimenta todas las guerras”, estimamos como una farsa esperar que entre el Gobierno y las Farc combatan los cultivos de coca. En el tercer punto ya firmado sobre este tema se menciona 21 veces la erradicación de los cultivos ilícitos. Pero no se habla de erradicar los cultivos lícitos, como los ya aprobados por el propio Gobierno en el Catatumbo y, al parecer, en el Cauca, así como en otras zonas futuras de reservas campesinas. El consumo de drogas en Colombia está semilegalizado, incomprensible legalizar también los cultivos.

No soy capaz de aceptar la reducción de las Fuerzas Armadas bajo las directivas de las Farc, para dedicarlas a vigilar las fronteras, mientras ellos se consolidan en el resto del país. El cese bilateral del fuego da la impresión de haberse iniciado ya en algunas regiones del país, concretamente, en las zonas cocaleras toleradas por el Gobierno. Recordemos que en tiempos del ingenuo presidente Belisario Betancur no se combatió a la insurgencia guerrillera y, como consecuencia de esto, civiles desprotegidos crearon sus grupos paramilitares para suplir la ausencia del Estado.

Paz sin entrega de armas y sin desmovilizaciones de los insurgentes no existe y la advertencia de las Farc es clara: “entréguenos el poder y nosotros les entregamos las armas”. Los acuerdos firmados en La Habana mencionan tan solo la ‘dejación de las armas’ a su alcance, para retomarlas en el evento nada improbable de que en su opinión irrefutable no les cumplan este o los gobiernos futuros con las reformas institucionales que proponen para convertir a Colombia en una economía socialista, tras abandonar su economía de mercado liberal.

No soy capaz de asimilar el elevadísimo costo de resarcir las víctimas, el fondo del 3% del PIB propuesto por las Farc por cerca de 20 billones de pesos, pueda salir del bolsillo de los colombianos y de algunos cándidos empresarios, como seguramente lo van a recomendar los historiadores y demás expertos proFarc. Esta inalcanzable meta puede terminar en tragedia, ya que las confiscatorias reformas tributarias para lograrla causarían una crisis económica, con desempleo, pobreza y resentimiento, lo cual le allanaría la vía a una tragedia socialista como la de Venezuela.

Finalmente, sí soy capaz de aceptar una justicia transicional que se ajuste a las leyes del derecho internacional, mas no deseo ver a los cabecillas de las Farc ocupando curules en el Congreso y menos aún en una Asamblea Constituyente con impunidad total.

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