Soy capaz, ¿pero de qué?

Ciento veinte empresas, algunas universidades, la iglesia, un sector deportivo y medios de comunicación (negrearon a Todelar y Colmundo), se unieron a una idílica campaña que denominaron sus creadores como “soy capaz”. Sobre el papel, algo inspirador y positivo. Algunos dicen que es una campaña urdida para ayudar a la paz y sus diálogos en La Habana que, incluso, tiene rima (capaz-paz). Por eso, puede predicarse que es más política que neutral.

Por la época del lanzamiento de la campaña en El Nogal de Bogotá, a instancias de la Andi, se entrometió –como mosco en la leche– una encuesta preparada por Gallup Colombia Ltda., que desnuda una enorme desconfianza de los colombianos en sus instituciones. Esa medición, estropeó la sonoridad de la campaña, que alberga frases como: ¿soy capaz de perdonar? ¿soy capaz de ponerme en los zapatos del otro? ¿soy capaz de no juzgar?. El desánimo generalizado en el país, le pasó cuenta de cobro a la retórica. Para ser capaz tengo que creer primero.

Los resultados de la encuesta, son deplorables y llaman a llorar. La imagen desfavorable del presidente Santos es del 49% frente a un 44% favorable; la de los partidos políticos es desfavorable en un 78% contra una favorabilidad del 14%; la del Congreso, es desfavorable en un 69% versus favorable en un 22%; la desfavorabilidad de la Corte Suprema de Justicia es del 55% frente a un 32% favorable; la de la Fiscalía es desfavorable en un 52% por un 41% favorable.

La Corte Constitucional tiene una desfavorabilidad del 43% contra una favorabilidad del 41%; la Procuraduría tiene opinión desfavorable del 46% frente a una favorabilidad del 42%. En lo que concierne a si se va a poner coto al conflicto con las Farc, el 51% es pesimista frente a una 47% optimista. Y respecto a si las cosas están mejorando o empeorando en Colombia, el 51% de la gente piensa que empeorando y el 27% cree que mejorando.

En otras palabras, en un ambiente lesivo, el país no le cree a nada ni a nadie. Ese retroceso, que ya es secuencial, es una prueba del escepticismo mayúsculo que tenemos. Hay una falta de legitimidad, que da grima. Cuando los indicadores son más de la orilla pesimista que de la optimista (revísense los porcentajes y verán el descalabro), nos llevó el que nos trajo. Saber que en la actualidad se padece el menor nivel de credibilidad en las instituciones del país, hace tocar fondo.

Las preguntas obligadas, por supuesto, son otras: ¿es capaz el presidente Santos de ser austero, sin entregar más mermelada y hacer más hueco fiscal?, ¿es capaz el Congreso de legislar con dedicación y seriedad?, ¿es capaz la Corte Constitucional de cumplir su tarea sin hacer más show mediático?, ¿es capaz el fiscal de no casar más peleas, de no prejuzgar tanto y de no politizar más su entidad?, ¿es capaz cada partido político de conseguir el respeto de la ciudadanía?

En otras palabras: ¿son capaces todos de devolverle la credibilidad a las instituciones? Primero, hagan que les creamos. El lirismo de la campaña “soy capaz”, no se compadece con la angustia que se vive frente a la credibilidad. Para ser capaz de creer y soñar, se requiere el sustrato de confiar ciegamente. En ese galimatías, Poncho Rentería (en El Tiempo), tituló su columna: “no soy capaz, soy incapaz”. Tenemos un gobierno que cobra impuestos y derrocha la plata. Comencemos por ahí.

rdbarrientos@une.net.co

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