Drogas: de placeres falsos y letales

En sociedades cada vez más atravesadas por falsos estereotipos de placer y experimentación, la venta y el consumo de drogas (ilegales y a veces legales) por supuesto está a la orden del día. Y los jóvenes, tan ávidos de aventura y riesgo, son un objetivo principal de aquellos mercaderes de lo que podemos llamar estimulantes letales, desinhibidores instantáneos y de gran poder adictivo.

Un informe de este diario el domingo pasado constató que ya se expenden en el país unas 388 sustancias sicoactivas, sin ninguna fiscalización, cifra que da cuenta del mercado extendido y cada vez más abierto de alucinógenos de diversos orígenes, diseñados para atraer a población entre los 15 y los 30 años de edad.

Esos vicios se emparentan en las ciudades con la rumba, el alcohol y el sexo, en extravagantes y riesgosas hibridaciones para la salud humana, alentadas por negociantes sin escrúpulos o algunos otros comerciantes utilizados, instrumentalizados por redes de traficantes, sin advertir que los establecimientos son copados y usados como trampolín para vender sustancias dañinas.

De drogas llamadas blandas como la marihuana, el espectro se amplió de la cocaína y la heroína a un sinnúmero de productos sintéticos, de laboratorio, pero, aun peor, con frecuencia falsificados, lo cual permite deducir los efectos tremendamente nocivos para la salud de los consumidores.

Saltan a escena los hoy conocidos 2cb (two ci bi ), nombre asociado a la cocaína rosada y las pastillas de "éxtasis", y el volátil "popper", al que se atribuyen propiedades no comprobadas de estimulante sexual. En fin, hay un mercado abundante en promesas de placeres engañosos y letales y no vamos a agotar este editorial en la lista y detalles de esas variedades de productos con efectos tan desastrosos.

Además de la marihuana, la cocaína y la heroína, la Policía Nacional ya identifica 230 drogas sintéticas que se distribuyen en Colombia. Para la mayoría de ellas no está diseñada la Prueba de Identificación Preliminar Homologada (PIPH), por lo cual se dificulta a las autoridades su plena confirmación y la penalización de los distribuidores y portadores.

Hacemos un llamado a una amplia movilización social, desde las familias, las instituciones educativas y las entidades oficiales y privadas de salud especializadas en el tema, hasta los propietarios de establecimientos de las llamadas zonas rosas de los municipios y, claro, las unidades de investigación policial, para que se ataque el problema en todas las direcciones.

La primera tarea es la de la pedagogía, la del diálogo abierto sobre asunto tan problemático: el consumo de drogas, sus riesgos, sus mitos y sus consecuencias para la salud humana y para el individuo, la familia y su entorno social.

Del otro lado están las instituciones de salud, que deben actualizarse, entrenarse y disponerse a la atención de cuadros cada vez más complejos y variados de adicciones, en especial en la población joven, la más expuesta, como lo decía nuestro informe, a caer en "las trampas del vicio".

Y de la Policía y la Fiscalía y los propietarios y empleados de establecimientos de rumba y nocturnos, esperamos una llave eficaz que tenga la voluntad de ejercer controles y desbaratar estas redes de traficantes de drogas, a veces infiltradas entre el personal de los negocios, por supuesto sin el conocimiento de sus administradores y de sus dueños. Enfrentar este mal integralmente requiere de una sociedad inteligente, solidaria, unida y actuante.

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