Película Fiscal

Cualquier observador distraído, leyendo los planteamientos de quienes se expresan mediáticamente sobre el tema, concluirían que en Colombia la carga tributaria es muy baja, que abundan las gabelas y los regalos tributarios a los ricos, y que el problema fiscal de fondo es el déficit de ingresos.

En los tres casos, la película es parcial. Para empezar, contrario a la noción de que es un oasis para los ricos, la estructura tributaria colombiana sale muy mal calificada internacionalmente en lo que hace a su consistencia con el ánimo de lucro. En el último ranking de la prestigiosa publicación Doing Business del Banco Mundial, por ejemplo, el país está en el lugar 104 de la tabla, entre 189 países examinados, y estamos bajando. Es cierto que el impuesto de renta empresarial es mas bajo que en el resto de América Latina (18,7% de las utilidades vs 20,5%) pero también es cierto que doblamos a la región en impuesto a la nómina (28,8% de las utilidades vs 14,7%) y en otros impuestos, que incluyen los departamentales y municipales (28,5% vs 12,1%). La empresa colombiana tiene un yugo potencial equivalente al 76% de sus utilidades, cifra que dista del 47,3% de la región en su conjunto, y del 41% de los países de la OCDE. Total, la idea de que la tributación empresarial es baja, es una falsedad. A quienes cuantifican el impuesto de renta y lo consideran bajitico, les conviene sumarle los demás impuestos para tener una idea completa, empezando por los impuestos a la nómina que son completamente inconsistentes con un mercado laboral funcional. Según el conocido World Competitiveness Report 2013-2014, en efecto, estos impuestos nos ubican en el lugar 122, entre 144 países en materia de incentivos a trabajar.

En segundo lugar, de esta aberrante realidad sale la explicación general y de fondo de las tales gabelas y los tales regalos. Obviamente, una  andanada impositiva equivalente al 76% de las utilidades hace inviable cualquier proyecto de inversión en una economía que compite con el resto del mundo y, a lo largo de los años, ante la inviabilidad práctica de una reforma tributaria seria y profunda, se han ido metiendo parches buenos y parches malucos que buscan aliviar esta realidad tan aberrante y cada parche  va ganando su propia clientela en el camino. Por esos parches la tarifa de renta es 18% y no el 25% (o 33%) estatutario, y obviamente se trata de algo muy imperfecto y absolutamente indeseable en un régimen tributario bien hecho. Lo razonable es que salgamos de los tales “regalos”, claro, pero solo cuando hayamos logrado construir un andamiaje impositivo que integre armónicamente los diferentes componentes de la carga empresarial en el contexto de una visión de mediano y largo plazo sensible a la competitividad y a la eficiencia, pareja de la cual salen, al fin y al cabo, los empleos de buena calidad y el progreso social en general.

Tercero, la obsesión con el flujo de déficit tiene sus cosas buenas, pero no deja ver la dimensión más amplia de la realidad fiscal que está consignada en la dinámica de los acervos de activos y de pasivos que forman su balance ni, por ende, deja ver la dinámica patrimonial. Un ejemplo muy sencillo es el siguiente. La mayoría de los analistas no se han dado cuenta que, en los últimos dos años el Gobierno perdió varias decenas de billones de dólares. En efecto, en Octubre de 2012 Ecopetrol valía unos US$125 mil millones y hoy día vale US$62 mil millones, lo cual implica que sus dueños hemos perdido US$63 mil millones en el lapso. Como el Gobierno tiene el 85% de las acciones, sus pérdidas equivalen a la bicoca de US$53,6 mil millones, cifra mucho mas alta que las reservas internacionales del país, por decir algo. Por una fracción de semejante revolcada perdieron la cabeza muchos acicalados managers de portafolio.

Ahora que llegan vientos azarosos del resto del mundo y que nos embarcamos en la balsa habanera para navegar unas inciertas aguas presupuestales, parece razonable ampliar los términos de referencia del debate fiscal y proponer que la tarea sea una prioridad compartida por los analistas, políticos y funcionarios de todas las persuasiones.

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