Voto obligatorio

“Se duplicarían los costos de las elecciones”. “Es un atentado a la democracia y a la libertad de elegir”. “No se puede obligar a nadie a votar”. Son algunas de las expresiones que se escucharon, y aun siguen dando vueltas en el ambiente político, al conocerse la posible aprobación del voto obligatorio en Colombia para los próximos 12 años.

Sabemos que le falta mucho camino por recorrer a la reforma política que hace curso en el Congreso de la República y que, como es costumbre en los padres de la patria, cualquier cosa puede pasar, micos pueden aparecer y artículos esfumarse por arte de magia gracias a los intereses particulares de cada quien, pero hay que reconocerles a los congresistas (tal vez sea lo único bueno que salga de ahí) que esta propuesta es buena y beneficiosa para el futuro democrático del país.

Lo ideal sería continuar como vamos, con el voto voluntario y mirado únicamente como un derecho y no un deber. No obstante, las recientes elecciones nos dejaron muchas lecciones y entre ellas que somos una democracia del 40 %, es decir, una minoría sale a votar y elige a sus gobernantes mientras la mayoría se queda en la casa demostrando su apatía política y diciendo: “no salgo a votar porque este país, elijamos a quien elijamos, no tiene arreglo”.

Y aquí llegamos a un lugar común: en Colombia no hay cultura política, razón por la cual algunos piden que no nos obliguen a votar sino que se invierta en pedagogía (la idea inicial de los 12 años es precisamente esa) y se le enseñe a la gente lo necesario de salir a las urnas y participar de la decisión más importante que toma la sociedad en conjunto, elegir a quienes gobernarán su país. Pero en Colombia, por ahora, la pedagogía electoral ha resultado infructuosa y por eso los niveles de abstención, en cada votación, son ridículamente altos.

(Paréntesis) El Metro de Medellín cumple en 2015, 20 años de estar funcionando. Su mayor activo es haber formado cultura ciudadana en el interior de las estaciones y en sus trenes. Es un sistema de transporte público eficiente, ordenado, limpio y amado por los antioqueños. En dos décadas, han invertido millones de pesos en su “cultura metro”, pero igual vemos gente, por citar solo un ejemplo, que se pasa de la línea amarilla ignorando las múltiples advertencias de seguridad que se hacen cada dos minutos. Este ejemplo solo para retratar lo difícil que es en Colombia generar cultura, pero hay muchos más. ¿Cuántos conductores de vehículos se pasan semáforos en rojo? ¿Cuántos colombianos tienen conexión de servicios públicos ilegal? ¿Cuánta gente aun sigue arrojando basura a la calle?

Retomando… Hasta 2012, Chile tuvo voto obligatorio y su nivel de abstención era solo del 13%. A partir de ese año, cuando se convirtió en voluntario, al igual que en Colombia, el porcentaje de personas que no salieron a votar, aumentó al sesenta. Blanco es, gallina lo pone…

Y la historia nos aclara muchas cosas. Hasta 1853 tan solo el 5 % de los hombres ejercía el derecho al voto, el otro 95 % no participaba del sufragio por razones culturales. Venimos cargando un lastre de apatía política de dos siglos y ha llegado el momento de soltarlo y darle un giro a nuestro presente.

Por último: salir a votar no implica tener que hacerlo por uno de los candidatos. El voto en blanco es válido y tiene un poder enorme, hasta ahora ignorado.

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