Los contrastes

Mientras el presidente del Uruguay prefiere la paz a la justicia –como si la una excluyera a la otra–, el ganador del premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, el historiador francés Joseph Perez, expresa que "la paz para ser verdaderamente paz supone la vigencia de la justicia sin la cual no sería paz sino simplemente ausencia de guerra".

Creemos que está en lo cierto el francés sobre el uruguayo. El uno piensa y deduce como analista serio. El otro como populista, miembro del sindicato suramericano de mandatarios anacrónicos.

¿Cómo se lograría cimentar una paz sin justicia? Quizá sería más fácil obtener la cuadratura del círculo.

Para llegar a la paz no se puede excluir a empellones la justicia. Esta le da solidez al estado de derecho amparado en el imperio de la justicia. Sin esta no hay instituciones legítimas, creíbles, respetables.

¿Cómo se lograría estabilizar, prolongar y madurar una paz, aplazando la vigencia de la justicia? ¿Su prioridad no lo ocuparía acaso la impunidad? ¿Con una paz sin la presencia de la justicia, cómo se repararían los derechos de las víctimas del conflicto armado? ¿Bajo qué normas se haría? ¿Con el imperio de la ley de la selva? ¿Cómo se llegaría, sin la presencia de la justicia en el proceso de paz, a la reconciliación? Sin justicia, es decir sin castigo para autores de crímenes atroces, ¿no se desataría en vez del perdón, el revanchismo? ¿No se haría justicia por las propias manos de las víctimas como represalias para reiniciarse la ola de ultrajes y venganzas?

Es tan importante en la vida civilizada la presencia de la justicia que el exconstituyente y jurista Hernando Londoño Jiménez en su reciente obra "Práctica forense penal" incluye este pensamiento de Contare en los mandamientos del abogado: "El día en que encuentres oposición entre la justicia y el derecho, decídete por la justicia".

Con la carta que Amnistía Internacional envió a la Unión Europea sobre el proceso de paz colombiano, se reitera la prevalencia de la justicia como condición irrenunciable para que opere todo proceso de reconciliación ciudadana: "No habrá una paz duradera si la justicia y los derechos humanos no forman parte del proceso". Más claro no canta un gallo.

Las palabras del uruguayo, salen de la boca de un viejo subversivo latinoamericano que se quedó petrificado en los viejos moldes del marxismo. Las del francés brotan del mundo civilizado. Mujica está inmerso en el tercermundismo que mira de soslayo sin percatarse de que ya las naciones tienen compromisos ineludibles con el mundo globalizado, hecho que impide darle a la impunidad un carácter universal. Y que ve con preocupación una Corte Penal de Unasur como contraparte de la Corte Penal Internacional, a la cual se someten los grandes países democráticos del mundo.

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