Los pacifistas y la paz

Numerosos filósofos se han ocupado de la relación entre la guerra y la naturaleza humana.

Thomas Hobbes consideraba que mientras viviera el hombre sin una fuerza externa que le impusiera leyes, su estado natural sería el de la confrontación permanente, “durante el tiempo que los hombres vivan sin una fuerza común para mantenerlos respetuosos entre sí, estarán en condición de guerra, esto es, de cada hombre enfrentado contra cada hombre”.

Rousseau sostuvo que “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, que su estado natural es pacífico y no beligerante. Pero cuando Rousseau habla de política internacional sostiene que los Estados deben ser agresivos para no declinar y desaparecer.

Kant mantuvo una visión pesimista de la humanidad, “la guerra parece estar grabada en la naturaleza humana, hasta el punto de considerarla como algo noble, a lo cual se inspira el hombre por su amor al honor y sin motivos egoístas”.

San Mateo: “No crean que he venido a traer paz en la tierra. No he venido traer paz, sino una espada”.

La evolución del universo y de la vida en la tierra, como parte de este, es un proceso violento, donde unas galaxias absorben otras, los agujeros negros devoran estrellas, los animales se alimentan unos de otros… Algunas ideologías y religiones modernas son pacifistas, pero la Historia ha sido violenta. Así y todo, nada impide esperar que los seres humanos evolucionen para convivir en paz. Las guerras no son inevitables y menos aún los conflictos con minorías narcoterroristas como el colombiano.

Sin embargo, no podemos esperar llegar a la paz por medio de la propuesta utópica y claudicante del presidente Juan Manuel Santos, por fuera de la senda de la civilización occidental, sin Justicia, renunciando al uso legítimo de la fuerza y contra el modelo de liberalismo económico.

Por estos días, hace exactamente 100 años, bombardearon a Londres los Zepelines alemanes con la seguridad de que antes de finalizar 1914 se rendirían los ingleses, porque para defender su país no poseían sino dos avioncitos y un cañón antiaéreo de 75 milímetros, el resto de sus posibles defensas estaban estancadas en el frente de batalla en Francia. La respuesta de Wiston Churchill fue: “Jamás nos rendiremos”. “Las derrotas se pueden superar, las claudicaciones no”.

Coincido con el acertado comentarista de estos temas, Eduardo Mckenzie, cuando afirma sobre la paz de Santos: “Es una creencia utópica pretender que la paz es alcanzable por una vía distinta al combate legítimo del Estado democrático contra el crimen y la subversión. Creer que la aplicación perseverante del derecho y de la justicia son vías fracasadas”.

La dura advertencia de la primera ministra de Alemania, Ángela Merkel, todavía le debe resonar en los oídos al presidente Santos: “No será tarea fácil terminar un conflicto de 60 años”.

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