Fcppc el mago y las orejas del conejo

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también. Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, barones y dublés. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador… ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos ni escalafón, los ignorantes nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos, caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón…

Tango Cambalache, letra y Música de Enrique Santos Discépolo

Así comenzó todo, como el tango. Todos sabemos que el número estrella de muchos magos es sacar un conejo del sombrero de copa. Para Juampa era un número especial porque sacaba conejos pero vestidos de hombres de negocios con bellas corbatas, de policía, de guerrilleros sin camuflado y hablando inglés; otros de abogado, de doctor, de obrero, de economista. En fin, ya sabemos que un conejo de circo llega a vestirse de lo que se le antoje, además de que sabe correr muy bien y nadie lo alcanza. Un conejo sale con todos los juguetes.

Bregaba entonces Juampa por sacar uno de sus conejos que no salía porque, decía, era muy tímido. – Conejito, conejito, procesito de paz pacífico, sal igualito, como te dijo mi hermano Enriquito- Pero el ensalmo mágico no funcionaba y el mandingo conejo no salía. Y no salía, porque el mago le había dicho que esta vez saliera disfrazado de recorte de presupuesto, y de esa vaina el conejo no sabía un carajo, o a lo mejor sí sabía y por eso no quería arriesgarse.

Se me ocurrió esa trama infantil cuando vi en El Tiempo (12.05.14) la publicación del cuadro del recorte de gastos del presupuesto de 2014 por 6 billones, comenzando con el servicio de la deuda externa. Leí que “el recorte toca más de mil partidas de diversos proyectos”, que ya tiene temblando a los empleados públicos, por lo que busqué la definición que da el Banco de la República sobre deuda externa que dice: “Se entiende por deuda externa bruta el monto, en un determinado momento, de los pasivos contractuales desembolsados y pendientes de reintegro que asumen los residentes de un país frente a no residentes, con el compromiso de realizar al futuro pagos de principal, intereses o ambos. La estadística de deuda externa incluye el financiamiento obtenido bajo las modalidades de préstamos bancarios, créditos comerciales o de proveedor, títulos de deuda (bonos) y arrendamiento financiero. Las estadísticas de deuda externa publicadas no incluye pasivos de corto plazo por inversiones de portafolio en Colombia.” Y me pregunté: ¿Cómo puede llamarse proyecto a un pago que asumen los residentes de un país?

Después me fui a ver el comportamiento de Colombia, considerada acreedor Triple A por su cumplimiento en asuntos de pagos de la deuda externa y en la página del Banco Mundial leí que en el 2010 había pagado US$ 9.630.426.000, en el 2011 había desembolsado 10.090.210.000, y en el 2012 la bicoca de 15.502.574.000; es decir, que nuestra deuda en dólares viene creciendo con cargo a nuestro bolsillo en pesos. Y empecé a entender por qué el conejo no quería salir. No era bobo. Juampa nos presentaba un informe de recorte de 1.500.000.000 millones de pesos y la deuda se tiene en miles de millones de dólares; es decir, un clásico bluf de póquer.

Creo que el titular de “Recorte de 6 billones en presupuesto golpea a todas las entidades” es un ‘mea culpa’ para callarle la boca a Uribe con lo del ‘estado derrochón,’ pero faltan otros 6 billoncitos que saldrán del cuero de los empresarios y contribuyentes.

Pero el peor de los conejos está ante nuestros ojos, parece un misterio teológico que se define como: “lo que es imposible de conocer, o el conocimiento valioso que es guardado en secreto.” Porque ante mis ojos tengo una generosa cartilla de “El lavado de activos y la financiación del terrorismo” producida por el gobierno de ‘La prosperidad para todos’ que es casi un tratado súper estratégico para acabar con el negocio del narcotráfico y no pasa absolutamente nada. Hay estudios serios sobre la fortuna de las Farc, conocimiento secreto de sus estructuras de lavado, propuestas de que los narcos paguen la deuda externa como condonación a sus crímenes, y ahora la quieren sacar barata y en bandeja de plata: hay que perdonarlos y agradecerles que le firmen un papel a Santos porque la opinión pública no sabe qué hacer y ha aceptado que todo es negociable, que todo es igual aunque se muerda la lengua. Se habla de ‘pedagogía’ como la solución a este mal, pero es una piadosa mentira. Veamos por qué.

Proceso de paz. La opinión pública no sabe, de manera independiente, por qué debería apoyarlo. Adopta las razones que da Santos. Por lo tanto, no creen que sea importante por lo que no ocupa su primera prioridad en las encuestas; no querrán hacer cosas especiales que demuestren un interés genuino, como aceptar guerrilleros conversos en sus negocios; no tienen una razón para hacerlo. Dicen “¿Por qué debería hacer eso?”. No les importa. La pedagogía genuina consistiría en estudiar a fondo esas actitudes y no en bombardear con propaganda. Por estos vacíos de la voluntad se cuelan la corrupción, la idiotez o la indiferencia.

Seguridad ciudadana. La policía supone que los ciudadanos saben cómo adquirir los hábitos de seguridad para ser tan efectivos como lo puede ser un policía para discernir el peligro y actuar en consecuencia. El argumento de que los ciudadanos no son policías es falso. A uno lo salva la acción correcta según la circunstancia, no la presunción lógica. La policía piensa que está enseñado realmente, cuando de hecho sólo está informando. Considera que ‘enseñar’ sólo es función destinada a los miembros de la institución. En los supuestos está la inseguridad.

Seguridad democrática. La prepotencia nos lleva a pensar que lo que los otros dicen o piensan no funciona, pero no lo decimos; que lo nuestro es mejor Y esa misma estrategia nos la aplican cuando proponemos algo. Rompamos la presunción viciosa que no convence. Mostremos los resultados de lo que decimos. Esto llevó a Santos a tirar por la borda las realizaciones concretas de la ‘Seguridad Democrática’ para apostarle a un mejor resultado con un socio o jugador que es su enemigo.

La paz es más importante que la seguridad. No. Son como la mano izquierda que es inservible sin la derecha para, entre ambas, lavar las embarradas. Como la paz es más importante, entonces la oposición adquiere la dimensión de otra especie enemiga. Si muere un amigo de la paz, es un ser humano; si muere un opositor, es una cucaracha. Esa mentalidad es la que hace posible las dictaduras. Como debo encargarme del prado bonito para la alfombra de la paz, no me doy cuenta del gusano que se come la raíz de la hierba, hasta que la mirla predadora me indica que algo está mal al desenterrar los gusanos. ¿Es la mirla cantora mi enemiga?

Y sigamos con la lógica del mago, pero en la sociedad. Si es tan obvio que estamos en el camino correcto de la paz, por qué no se ven resultados positivos de esa decisión? ¿Y si no estamos en el camino correcto por qué no se admiten las consecuencias negativas? Es decir hemos perdido el sentido de premio o castigo que es la prueba básica de acierto y error que orienta todo desarrollo. Y si esto es así, entonces nadie podrá conseguir la paz. Se aplica la descripción del tango Cambalache: Da lo mismo decir narcotráfico que ‘narcomágico’, por lo que a la ley se le puede torcer el cuello para hacerla conexa con lo impensable, renunciando a la equidad que tanto proclama Santos; así, da igual, en nombre de un pragmatismo estúpido, ejercer y adaptar una función legislativa para favorecer la paz, con o sin referencia a la moral, olvidándose que la justicia es razón práctica ordenada a la felicidad de la comunidad política, entendiendo felicidad a la manera aristotélica, es decir, como vida virtuosa, no viciada por el engaño, ni los intereses de terroristas que no quieren pagar el precio de sus actos.

Se nos ha lavado el cerebro, a través de una metáfora desagradable, tragar sapos, para forzarnos a ‘pensar’ con el estómago, en lugar del cerebro, porque la pregunta real es:

¿Es ético o moral, para un país pensante, aceptar que públicamente se distorsione la ley para salvar a un grupo terrorista del que tenemos certeza de que lo es? Hay que abrirnos de mente, dice Santos, pero no tanto como para que se nos instale un elefante con ínfulas de rey.

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