Luces y sombras en la economía

En todas partes se ha experimentado el fuerte sacudón. Curiosamente, en medio de tanto ruido, ha empezado a generar energía Hidrosogamoso, obra paciente y laboriosa de Isagén.

La caída estrepitosa de los precios del petróleo ha ocasionado fuerte turbulencia en beneficio de unos, primariamente consumidores, y perjuicio de otros, los productores, aunque no de todos por igual. El daño o estrago se ha observado con especial énfasis en los más ricos y dependientes de los hidrocarburos de este grupo reducido, con Rusia y Venezuela a la cabeza.

En esta forma, se explica que el acuerdo de no bajar la producción de hidrocarburos hubiera provenido de la boyante economía de Arabia Saudí en aras de la competitividad. En la hora actual, Estados Unidos se ha vuelto autosuficiente y su economía ha recobrado dinamismo.

En todas partes se ha experimentado el fuerte sacudón. En las monedas, en las bolsas de valores, en las balanzas de pagos. Lo hemos sentido en Colombia con variadas facetas: brusco tránsito de la revaluación a la devaluación acelerada e implicaciones en el presupuesto público, en la balanza de pagos, en la cotización del peso y en su valor adquisitivo. Desde hace rato se sentían pasos de animal grande, hasta cuando tocó a las propias puertas con fuertes aldabonazos.

En buena hora, en Colombia se había sustituido la locomotora del ritmo económico, el petróleo, por el impulso vigoroso a la construcción. Pero, aun así o precisamente por ello mismo, nos sumergimos en agitada polémica alrededor de la consecución de arbitrios fiscales para cuadrar el presupuesto del 2015 y años inmediatamente siguientes. En carne propia, al menos en esta ocasión, comprobamos la veracidad del tratadista que calificó el gasto de principio rector de la Hacienda Pública. Pocas veces se había visto, entre nosotros, tan porfiado “fiscalismo”. Quizá porque “la necesidad tiene cara de hereje”.

Frustrado el intento disparatado de vender a Isagén y agotadas las posibilidades del reparto de más jugosos dividendos por Ecopetrol, pareció menester recurrir al contribuyente primario por la vía del impuesto, recogiendo promesas anteriores, comprometidas como habían sido las rentas disponibles. En los capitales privados se encontraría fuente generosa de ingresos, venciendo explicables resistencias.

De esta suerte, se cosió la tela fácil de otra reforma tributaria, apoyándose en escarceos anteriores. Sería más de lo mismo que se implantara con carácter temporal. Esta vez justificándola con la tesis francesa de un impuesto mundial a los patrimonios, el cual debería irse construyendo y articulando poco a poco.

Curiosamente, en medio de tanto ruido, ha empezado discretamente a generar energía al país Hidrosogamoso, la más grande de su clase en Colombia, obra paciente y laboriosa de Isagén, una vez superado el riesgo de ser vendida ella misma al mejor postor antes de que semejante obra se terminara y comenzara a rendir fruto su capacidad instalada de 820 megavatios.

Como bendición llega, cuando la renta del petróleo sufre grave menoscabo y Colombia no da trazas de encontrar ricos yacimientos con costo competitivo de extracción y de transporte. No poco costó el represamiento de las aguas del caudaloso río Sogamoso, pero los resultados están a la vista. ¡Bien por Isagén! Ha cumplido con éxito su tarea y con esa emocionante obra magna, a medio camino entre Bucaramanga y Barrancabermeja, justifica la oposición a los empeños de feriarla.

No hay tal que el Estado o sus organismos sean irremediablemente ineptos o inescrupulosos para construir bienes públicos como este, cuya inauguración se hubiera celebrado, en otras circunstancias, con jubiloso repicar de campanas.

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