Democracia con sabiduría en la lucha contra el terrorismo

Libertad de expresión es la capacidad de comunicar con racionalidad, buen juicio y acertividad: hechos, filosofías y verdades en el marco del respeto social a su interlocutor. Ricardo Herbert

Ha comenzado el debate mundial sobre el terrorismo del Estado Islámico y Al Qaeda a raíz de la masacre en París. Se habla de los límites del derecho a la libre expresión, el extremismo; los que no justifican la masacre, pero…; los que juzgan de cobardes a los prudentes; de la necesidad de comprender al Islam; de los árabes marginados, la injusticia con los pobres, del choque de civilizaciones, del respeto a las diferencias, de un atentado a la diosa libertad como fundamento de la democracia, etc. Roberto Pombo, Director General de El Tiempo en su informe recogió lo de algunos medios suspicaces: “Las autoridades… lograban en tiempo récord las primeras identificaciones de los atacantes por un error, al parecer infantil: dejar los documentos tirados en el vehículo negro…” Tenemos entonces muchos elementos académicos de discusión y una suspicacia policiva. Lo de los documentos puede tratarse de un error o de una evidencia plantada en la escena del crimen. Esperemos.

Por otra parte, la comprensión de las diferencias culturales con la inmensa mayoría de árabes que viven paz, brilla por su ausencia. Intentaré algo con la clasificación antropológica de los pueblos basándome en los planteamientos del modelo Kluckhohn – Strodbeck. Tendríamos entonces:

Desde esta matriz cultural de árabes y occidentales leeremos ejemplos descalificadores del otro que encontrarán respaldo expreso o tácito en personas respetables o de poca educación, lo que alimentará el desencuentro en la sociedad pacífica: somos mejores que ellos. No es así, somos diferentes, pero no comprendemos la diferencia porque no nos la han explicado. Solamente registramos la diferencia y juzgamos.

Un ejemplo. En Colombia, con la influencia arábigo española, es ‘normal’ tener a un ‘sindicado’ inocente en la cárcel, sin juicio, por si acaso; ese es el sustrato cultural que nos impone que sea ‘normal’ esa aberración jurídica; porque la presunción de inocencia y confianza, que se da en las leyes no existe en la práctica cultural porque el hombre es malo por naturaleza. Por el contrario, el norteamericano deja las llaves de la casa junto a la maceta de flores, envía cheques por correo. La peor ofensa es decirle una mentira al policía; entre nosotros es ‘viveza’. Por otra parte, lo que eres es lo importante; el apellido Holguín se impone sobre el individuo, Andrés. El norteamericano considera que el hombre es bueno, se puede confiar. Nosotros calificamos esa diferencia cultural como tontería.

Entonces ofender a Mahoma, en una cultura orientada hacia el pasado, con hábitos de milenios, en la que el hombre es de naturaleza malvada, la jerarquía autoritaria no es cuestionada estando subyugados al destino, es como lanzar un bombardeo en la psique profunda de las personas. Es el mismo efecto de desamparo de los occidentales frente al terrorismo que ataca el fundamento cultural de la libertad. De los normales educados, árabes y occidentales, que entienden el valor de la tolerancia, que tienen control sobre su voluntad, podremos esperar el respeto del derecho a la libre expresión; no así de parte de los desadaptados sociales o locos.

Por otra parte, hay quienes han hecho del sacrificio por la causa un valor altruista, como los kamikazes, los bonzos budistas, el suicidio por honor de los japoneses, Ricaurte en San Mateo, o el soldado que ofrenda su vida por la patria. Mezclemos locura y valores altruistas de sacrificio en un discurso amañado y mentiroso sobre El Corán y tendremos terrorismo.

En el escenario democrático de la convivencia de diferencias ¿en qué consistiría la sabiduría? Saber que tengo mis derechos y defenderlos, pero ser sabio en la conveniencia para reclamarlos o ejercerlos. Tengo el derecho a ofender, pero… ¿le mentaría la madre a mi jefe? ¿Estoy dispuesto a pagar el precio de mi derecho? Yo nunca puedo saber el valor que el otro le otorga a su madre. Tengo derecho a transitar libremente, pero ¿me pasearía por el Bronx lleno de maleantes?

Vivir en la democracia SIN SABIDURÍA, ES COMPORTARSE con el espíritu absolutista del dictador, el ignorante o el iluso. En el caso que nos ocupa se ha llamado AUTOCENSURA a la conveniencia de ejercer o no la libertad de expresión, convirtiéndose entonces el sentido común en política, como arma manipuladora.

Nunca podremos calcular el precio de la ignorancia y desprecio por las diferencias culturales. Cuando era Director del Programa de Orientación y Comunicación Transcultural en El Cerrejón en 1983, en una de mis charlas exponía la siguiente directriz a los nuevos trabajadores: “Por favor, no salgan del campamento después de las seis de la tarde; no se alicoren; no vayan a las rancherías; si lo hacen, no miren a las mujeres como objetos sexuales.” "¿Por qué? “¿Eso qué tiene?” preguntó algún sabihondo. Mi respuesta: “Te puede costar la vida.” Dos trabajadores ignoraron esa advertencia. Me tocó llevar sus cadáveres a Zipaquirá.

En el mundo real el derecho no te va a defender de los terroristas en la calle, o el callejón oscuro. Si las caricaturas y escritos sobre el tema evolucionaran de la fase de polémica y diversión al de la lucha antiterrorista no deben tener como objetivo prioritario la condena moral del terrorismo porque se cae de su peso. Más bien los servicios de inteligencia deberían revelar el perfil básico del terrorista: cómo se le recluta; cómo lo entrenan y supervisan; las diferencias entre los suicidas incondicionales (muy pocos; Atta fue uno de ellos) que no necesitan supervisión y obran de manera independiente, los inducidos, controlados o manipulados por la ideología o personas cercanas; cómo, a través de la caricatura, se puede introducir el pensamiento crítico para sabotear la cadena de mando o autoridad, etc. Es decir, burlarse de Mahoma, además de peligroso es poco productivo. Más bien, las sugerencias mencionadas y muchas otras pondrían de nuestro lado a los musulmanes de bien para que influyan en sus comunidades, pues el esfuerzo va dirigido a las tácticas criminales y no a la cultura o la religión que merecen respeto. El pensamiento crítico me llevaría a preguntarle a los terroristas: Si el paraíso es tan bueno y es tan fácil acceder a él, muriendo en la lucha ¿Por qué hubo que ‘obligar’ a Osama Bin Laden a que hiciera el viaje? No basta vigilarlos con drones para actuar con comandos élite, sino ‘dañarles’ el cerebro.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar