El Estado no funciona

¿Cuál es el origen de los problemas de Colombia? Para el profesor de Harvard, James Robinson, la manera de hacer política y el Estado débil que ésta ha generado, y no la distribución de la tierra, son las raíces de los problemas del país.

Para otros analistas, muchos de los cuales lo criticaron por su artículo del 13 de diciembre pasado, en El Espectador, el origen de los problemas del país es el conflicto sobre la tierra. Por lo tanto, la solución de Colombia estaría en una reforma agraria, pero, si Robinson tiene razón, la solución no pasa por redistribuir la tierra, sino en una política como la educación.

Por excesivamente simplistas, no comparto los planteamientos de uno y otros. Pero Robinson sí tiene razón cuando afirma que en Colombia el Estado es débil y no funciona adecuadamente, aunque su argumento sobre el papel que ha jugado la llamada élite es también demasiado simplista. A lo largo de nuestra historia, no hemos tenido una, sino varias élites, que no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre los grandes intereses de la nación y, muchas veces, se han enfrentado en forma cruenta y con miles de muertos. La pelea entre Santos y Uribe es solo un capítulo más de una historia que comenzó con el de Bolívar y Santander, en los albores de la república. Poco antes de morir, Bolívar afirmó: “el no habernos arreglado con Santander nos hundió a todos”.

Pero, independientemente de su explicación, Robinson da en el clavo cuando dice que el Estado en Colombia es extremadamente débil. A manera de ilustración, el profesor de Harvard afirma que ha sido un fiasco la restitución de tierras en los últimos dos años y medio, pues sólo un poco más de 300 personas han logrado que su tierra sea devuelta y que, en casos como el del departamento del Meta, un 25% de la tierra restituida terminó en manos de una sola persona. A ese ritmo, afirma que, durante los 10 años que durará su implementación, solamente alrededor de 1.200 colombianos se beneficiarán de la ley.

Pero los ejemplos de la debilidad del Estado en Colombia son muy numerosos. Como muestra, el gobierno reconoció que fue necesario revivir el impuesto al patrimonio de las empresas porque la Dian no está en capacidad de cobrar el impuesto a la renta y el llamado Cree; o, preguntado hace unos meses sobre el número de funcionarios de su sector, un ministro respondió que ese dato no lo tiene nadie.

Estos casos indican que las más elementales reglas de administración organizacional no han llegado al Estado. Nuestros ministerios y departamentos administrativos no cuentan con sistemas de información y de planificación empresarial (los llamado ERP, de los cuales SAS es el más conocido), como tiene ya cualquier empresa mediana en Colombia o como los que ya los ha implementado el gobierno del Perú.

Por estas razones, no es de extrañar la tremenda incapacidad administrativa, pero también la falta de transparencia, el clientelismo y la corrupción. Y, por supuesto, otra consecuencia es la incapacidad del Estado para proveer los bienes públicos más elementales, como el de ejercer el monopolio de la fuerza legítima sobre todo el territorio.

Con este Estado no será posible implementar una política como la restitución de tierras. Pero tampoco una verdadera política educativa, como la propone Robinson.

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