El mundo, 2015

El año que acaba de concluir deja un legado de enorme importancia geopolítica. Rusia parece haberse salido con la suya al anexionarse Crimea y reivindicar una vez más su destino imperial. El Califato del Estado Islámico, contenido con esfuerzo, es al mismo tiempo baluarte yihadista y prueba de que en el siglo XXI coexistirán en el mundo realidades pre-, post- y neo-westfalianas, muchas veces solapadas y frecuentemente en conflicto. La epidemia del ébola se ha cobrado miles de vidas (aunque menos que las previstas inicialmente), y quién sabe cuántos años perdidos de progreso y desarrollo africano. El colapso de los precios del petróleo, que obedece más al cálculo estratégico que a la lógica de los mercados, ha recordado al mundo el poder político de la energía. La persistente crisis de la Eurozona siguió dando pábulo tanto al secesionismo (en Escocia y Cataluña) como al radicalismo de ambos extremos del espectro político (el Frente Nacional en Francia y Syriza en Grecia) y a toda suerte de oportunismos (como el de Podemos en España), que se ceban con el descontento de la gente y la incompetencia de los líderes. En Hong Kong dio la impresión de vivirse algo que aún es difícil saber si es el preludio de agitaciones y cambios por venir, o más bien su aborto prematuro. La bonanza latinoamericana, vinculada en buena medida al espejismo chino y reflejada en las grandes aspiraciones brasileras de la era de Lula, pareció empezar a agotarse al compás del reeleccionismo, y el triste y solitario deslizarse en el abismo de la infortunada Venezuela. Y el giro en las relaciones entre EE.UU. y Cuba sirvió de colofón a un 2014 tan sorprendente como inquietante, promisorio, y -dirán los norcoreanos- de película.

Habrá más de todo esto en 2015. Los acontecimientos que emergieron el año anterior se seguirán desarrollando, a veces con previsible linealidad y pasmoso aburrimiento, y otras por los vericuetos y meandros más retorcidos e insospechados. Pasará mucho tiempo antes de que los historiadores del futuro, con la perspectiva que solo la distancia otorga, emitan un juicio sobre el lugar que corresponde a este año admirable en la historia universal. Pero 1814 y 1914 ofrecen, cada uno a su manera, un ilustrativo precedente que anticipa, aunque sea aproximadamente, el sentido de su veredicto.

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