¿A quién creerle?

Los dos organismos se contradicen en varias recomendaciones. ¿A quién escucha más el Gobierno?, es la pregunta del millón.

Los organismos internacionales no siempre se ponen de acuerdo sobre cómo manejar variables importantes en la economía. Por consiguiente, la dependencia de los gobiernos de estas entidades no simplifica la vida para las autoridades nacionales. Lo que preocupa es que precisamente por estas diferencias no se sabe qué es lo más adecuado y son los millones de ciudadanos de un país los que pagan las consecuencias. Obviamente, esto pasa por las dificultades de cada país, dado que surgen cada vez más los descontentos que ya no temen ni expresarse ni impulsar nuevos partidos políticos con ideas contrarias a la ortodoxia económica. Basta ver lo que sucede en Grecia y lo que puede ocurrir en España.

Como el Gobierno colombiano y muchos economistas están apostando fuertemente a la rápida entrada de Colombia a la Ocde, sus propuestas están siendo respaldadas y las voces que están en desacuerdo, como siempre pasa en este país, son desatendidas. Por ello, es casi seguro que terminemos con una reforma pensional a la carrera donde se acabe con el sistema de reparto que hoy está en Colpensiones, se iguale la edad de retiro entre hombres y mujeres y solo se ajuste el salario mínimo por inflación, entre otras. Por la misma razón, es posible que se les ponga menos atención a los análisis del Banco Mundial porque no hay, aparentemente, nada gordo en curso.

Con el ánimo de abrir la discusión, es bueno analizar lo que dice el Banco Mundial en su último informe sobre América Latina, que toca un tema crítico para Colombia en medio de las negociaciones de La Habana y de la desaceleración de su crecimiento: ‘Desigualdad con menor crecimiento’. En el informe de Augusto de la Torre, economista jefe para esta región, lo que se requiere para reducir las inequidades que caracterizan a esta parte del mundo –a pesar de los avances que se han identificado– es que todos los habitantes tengan igualdad de oportunidades. Esto se logra con el empleo, y es en esta generación de trabajo donde está la clave a corto plazo, porque a largo plazo es la educación de calidad para todos.

No obstante, vale la pena discutir la diferencia entre los dos organismos internacionales sobre el salario mínimo. Al escuchar a Augusto de la Torre sobre este tema, surge una gran preocupación cuando el Gobierno está obsesionado con su entrada al club de los ricos. Lo que afirma el Banco Mundial es que los  salarios mínimos en América Latina están bastante alejados del resto de los salarios y por ello en esta parte del mundo, donde esto se ha manejado relativamente bien, las alzas no crean los problemas que todos los días se anuncian cuando se negocia su incremento al final de cada año. No lo ve De la Torre como un problema en la región. Sin embargo, una de las recomendaciones de la Ocde consiste en que los salarios mínimos solo deben ajustarse por inflación y no como supuestamente se hacen en Colombia, donde se incluye un cálculo por productividad. Pero la posible contradicción no se queda ahí, sino que mientras el Banco Mundial dice que el problema de la desigualdad no está en los salarios, sino en el empleo, de las afirmaciones de la Ocde citadas se puede deducir que el problema, al menos en parte, sí está en los salarios.

Es decir, los dos organismos se contradicen en varias recomendaciones: para el Banco Mundial, el salario mínimo y sus ajustes no son un problema en la región a la cual pertenece Colombia, mientras la Ocde le atribuye aparentemente un gran peso al salario mínimo y plantea que se deben buscar ajustes menores, solo por inflación. ¿A quién escucha más el Gobierno? es la pregunta del millón.

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