Don corrupto: monstruo indomable

Hace pocos días el presidente Santos creo el Comando élite anticorrupción; desde entonces han aparecido varios escándalos que estremecen al País.

Es vergonzoso que en medio de tantos organismos de control que existen en todas las instituciones y dependencias del Estado, el presidente Santos, pretenda colocarle un cascabel mas al gato a sabiendas que esta nueva encrucijada contra la corrupción no pasará de ser un saludo a la bandera: Se robaron las salud, el descalabro del túnel de la línea, nuevo carrusel de pensiones en las altas cortes, el carrusel de contratación con las empresas de seguridad; son entre muchos otros los enormes desafíos que tendrá que enfrentar inicialmente el nuevo Comando élite Anticorrupción, con la gravedad que está integrado por petardos de la misma dinamita, por no decir representantes de los tres poderes, que donde ponen el pie estalla la mina quiebra pata.

Los colombianos estamos cansados de escuchar tan desgastado discurso, son cientos los actos administrativos, valga decir Leyes, Decretos, Resoluciones, Ordenanzas y Acuerdos, que se expiden casi que diariamente con el fin de combatir la corrupción, pero, finalmente todo se queda en el tintero de los funcionarios que deben ponerlos en ejecución.

Hace algunos meses escribimos un artículo hablando sobre el exceso de órganos de control en nuestro País, y mencionábamos: cómo fuera de los de la órbita nacional, en cada departamento y municipio existen las personerías que hacen las veces de agentes del Ministerio Público, y en la mayoría de ellos existen las contralorías, cuyas decisiones no pasan de ser meros llamados de atención, con unos costos excesivos para el contribuyente.

Además de lo anterior, en los ministerios, institutos descentralizados y organismos del Estado del orden nacional y regional, existen las oficinas de control interno, funcionarios que son nombrados por su rector, que no pasan también de ser individuos pretenciosos y aduladores, sin ningún manual de funciones, y jurisdicción para el ejercicio de sus cargos.

La administración pública de todas las épocas, está atiborrada de: leyes, decreto y resoluciones que dictan los gobernantes y funcionarios de turno para atacar la corrupción, pero que no pasa de ser flor de un día, puesto que la corrupción en nuestro País es un cáncer que carcome y para dejarlo que duerma tranquilo toca aplicarle unas buenas dosis de mermelada.

Debemos aceptar que el señor don “corrupto” se ha fortalecido últimamente y tiene tanto poder, que para poderlo combatir se requiere hacer una reforma muy profunda de los tres poderes públicos: ejecutivo, legislativo y judicial, puesto que todos en su mayoría le rinden sumisión y obediencia, nos cogió tanta ventaja, que prácticamente es el que manda y da órdenes de cómo deben hacerse las cosas.

Lamentablemente cuando el agua viene turbia desde la cimiente, es imposible que se purifique en su recorrido, por lo regular para el caso que nos ocupa, llega con turbiedad a las fuentes del Poder y hace metástasis en quienes la consumen en el diario discurrir de sus actividades administrativas.

Siempre hemos sostenido a través de esta columna, que las corporaciones legislativas que son las que impulsan el funcionamiento de la administración pública, si no están bien constituidas por ciudadanos probos y honestos, no tienen por qué producir actos de pureza administrativa, y como consecuencia lógica es lo que ocasiona el caos, del cual tanto hablamos los ciudadanos, pero siempre caemos en el mismo error, eligiendo los mismos con las mismas.

Nos estamos refiriendo en este caso, a la reelección del hoy Presidente Santos, que fue tanta la mermelada que corrió por los diferentes estamentos políticos y sociales para lograr su objetivo, que finalmente nuestro Estado de Derecho está en entredicho, y dio paso a lo que hoy algunos analistas internacionales llaman democracia imperfecta.

Esto quiere decir que las sendas del poder actual, están minadas de trapisondas y componendas, por consiguiente los actos administrativos jamás pueden tener la idoneidad para cumplir con sus funciones específicas, puesto que quienes los dictan tienen las manos atadas a los cordeles de la corrupción.

Lamentablemente en Colombia, los gobiernos de turno siempre se comprometen en una lucha frontal contra ella y dictan actos administrativos para combatirla, pero jamás se atreven a identificarla o señalar cuales sus agentes, puesto que forman parte de su diario discurrir, la mayoría de las veces, llegan a los cargos públicos o de elección popular como consecuencia de una componenda corrupta.

No es equivocado decir que los partidos y movimientos políticos, son los principales agentes de la corrupción, todo esto debido a que en su constitución y estructura no se han tenido en cuenta lo que es la responsabilidad del ciudadano frente a la actividad política, lamentablemente quienes la ejercen, si no le rinden sumisión y obediencia al gamonal de turno, por lo regular terminan relegados al ostracismo y por más méritos académicos que tengan jamás podrán llegar a la meta de sus objetivos.

En consecuencia, podríamos decir que la culpa de la corrupción en nuestro Estado de Derecho son los partidos y movimientos políticos, puesto que funcionan sin ninguna estructura y su parte administrativa es manejada bajo el capricho de los directores de turno que llegan a esas posiciones sin ningún mérito, simplemente para complacencia y conveniencia de su gamonal político de turno, al cual le deben sumisión y obediencia.

Considero que como estamos a pocos meses de las elecciones regionales para renovar: gobernaciones, alcaldías, asambleas, concejos y ediles, bien valdría la pena que los partidos y movimientos políticos que vayan a avalar candidatos lo hagan con la mayor seriedad posible.

Esta tarea desde luego que le corresponde a las autoridades electorales.

No olvidemos y vale la pena repetirlo, que los principales agentes de la corrupción en Colombia son los partidos y movimientos políticos, mientras no los reestructuremos y los coloquemos a tono con la modernidad y una organización, que le den confianza al ciudadano de sufragar en las urnas en su nombre, continuaremos navegando por los mares embravecidos de la incertidumbre y la corrupción, donde don corrupto continuará haciendo de las suyas.

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