La pobreza en Venezuela

En los últimos días se publicaron dos estudios serios e independientes que revelan el notable aumento de la pobreza en la República Bolivariana de Venezuela.

El trabajo más completo, de la Cepal, reveló que el porcentaje de personas pobres se incrementó del 25,4% al 32,1% entre 2012 y 2013 (uno de cada tres venezolanos es pobre) y enfatizó en que las personas que sufren de pobreza extrema aumentaron del 7,1% al 9,8%. Y estos datos, por no considerar la situación de 2014, no reflejan todavía el impacto de la caída reciente del precio del petróleo ni el agravamiento de la crisis social y económica de los últimos meses. Lo peor, sin embargo, es que las cifras ya muestran que la pobreza está volviendo a los niveles que tenía al comienzo de los gobiernos de Hugo Chávez.

El segundo documento, realizado con una metodología diferente, no del todo comparable, pero más actualizado, fue elaborado en 2014 por tres universidades venezolanas —una privada (Andrés Bello) y dos públicas (Central de Venezuela y Simón Bolívar)—. Confirma el fuerte incremento de la pobreza, incluso desde antes de que bajara el precio del crudo hace algunos meses. Este trabajo revela que el 48,4% de las familias venezolanas es pobre, cuando en 1998 este porcentaje era del 45%.

¿Por qué está subiendo la pobreza en Venezuela? Además de la contracción de la actividad económica, los analistas coinciden en que la principal razón es el desborde de la inflación, un impuesto que grava especialmente a los pobres. Debido a los aumentos generalizados de los precios, con tasas superiores al 60% anual, en medio de un masivo desabastecimiento, los escasos ingresos de los pobres pueden comprar cada vez menos bienes y servicios esenciales. Y los precios suben simplemente porque el enorme déficit del Gobierno, que se calcula en cerca del 20% del PIB, se financia en buena parte con emisión monetaria inyectada por el Banco Central de Venezuela, una institución que se ha convertido en otro engranaje más de la maquinaria política e institucional que está empobreciendo a los venezolanos (los colombianos debemos apreciar la ventaja de contar con un banco central independiente, en manos de una tecnocracia pulcra y competente).

El estudio de las universidades venezolanas también revela la realidad de la política social del chavismo. Muestra que no existe una estrategia de largo plazo para fortalecer la capacidad de la población de mejorar su calidad de vida. Todo se limita a un burdo reparto al menudeo de los excedentes petroleros que beneficia sólo a una pequeña porción de los venezolanos (un 10% de la población), entre cuyos receptores cerca de la mitad no son pobres, sino simples aliados del Gobierno.

La creciente crisis humanitaria de Venezuela y el inevitable y progresivo conflicto político se constituyen en nuevas evidencias de los peligros del populismo y de los daños causados por sus practicantes, quienes atizan la polarización y fomentan el odio de clases como estrategia para mantenerse en el poder. Incluso si, a raíz de sus abusos, su ineptitud y corrupción, el pueblo de Venezuela lograra librarse del chavismo, la recuperación de las heridas y resentimientos causados tomaría muchos años, tal como ya sucedió en Argentina, un país que, después de varias décadas, sigue padeciendo los males causados por el peronismo.

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