La prueba ácida de la decencia

Los magistrados que aún se consideran honestos deberían explicarnos qué está pasando en la Corte Constitucional.

Que la justicia tenga un bien ganado 83 % de desfavorabilidad no es para nadie un secreto. Que en los altos tribunales se hace más política que en el Congreso, tampoco. Pero si quedaba una última luz de esperanza que permitiera tener algo de confianza en la justicia de nuestro país, aquel destello se encontraba en la Corte Constitucional colombiana.

Los tiempos han cambiado y la calidad moral de los magistrados también. Los debates jurídicos que le dieron tan buena reputación a ese último bastión que le quedaba a la justicia han sido desplazados prontamente por intrigas electoreras y suspicacias que alguien tendría que aclarar si en este país hubiese por lo menos algo de decencia.

Llegó la hora de la prueba ácida para que los que aún se consideren decentes hagan algo y el riesgo de que se queden con los brazos cruzados es que pasarán a la historia como cómplices por omisión de un aparato judicial que habrá tocado fondo si se comprueban prácticas ilegales e inmorales al interior de esa institución.

Nunca en la historia del tribunal constitucional, un presidente había sido elegido con tanta resistencia como ocurrió con el magistrado Jorge Pretelt en los últimos días. Obtuvo sólo 5 votos de 9 posibles, cuando la tradición es que los vicepresidentes de esa corporación resulten proclamados por unanimidad al año siguiente para ocupar la presidencia de la Corte. ¿Por qué a Pretelt no le pasó lo mismo y casi le desbaratan esa dignidad? ¿Por qué Luis Ernesto Vargas, Jorge Iván Palacio y Mauricio González dejaron expresa constancia de su voto en blanco en esta elección? ¿Por qué uno más –tal vez Gabriel Mendoza– también votó en blanco aunque pasara más de agache?

Algo muy raro está pasando en la Corte y tal vez no sea un asunto de mera antipatía por el personaje de marras sino la convicción de que la descomposición del sistema judicial se incrustó también allí inevitablemente. ¿Pero por qué nadie habla? ¿Por qué el magistrado Mauricio González, que parecía tan buen amigo de Jorge Pretelt, de repente decidió no acompañarlo en su aspiración y votó en su contra? ¿Qué cambió la fluida relación que ambos tenían?

Y es que este no es un año cualquiera para ser presidente de una Corte. En el 2015 los tres dignatarios de la Corte Suprema, de la Corte Constitucional y el Consejo de Estado incidirán determinantemente en la escogencia del nuevo registrador Nacional del Estado Civil. Si los magistrados que aún se consideran honestos tienen dudas frente a alguno de ellos, deberían expresarlas o aclararles a los colombianos por qué votaron en blanco en la escogencia de su presidente.

Y si el doctor Pretelt siente que existe una persecución sin fundamento en su contra, debería también salir a decirlo. Al fin y al cabo, no es la primera vez que se habla mal de él en público. Recuerden las declaraciones del exmagistrado Nilson Pinilla cuestionando sus conductas y un par de columnas que se han escrito en el periódico El Universal firmadas por Carlos Villalba Bustillo.

Llegó la hora de la prueba ácida de la decencia en la última corte medianamente decente que nos queda. Allí los que callan, otorgan.

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