La paz está difícil

Desminado conjunto y cese de bombardeos por un mes son buenas noticias; pero, ojo, la parte más dura de la negociación apenas empieza.

Muchos están entusiasmados con los anuncios recientes de la paz.

¡Militares y guerrilleros desminando juntos! Parece ciencia ficción, pero es cierto. ¡Cese temporal de bombardeos contra las Farc! Salvo quienes creen que los Super Tucanos son indispensables para combatir la extorsión, casi todos asumen que es el paso lógico después de tres meses de ‘juicio’ de las Farc con su cese unilateral de acciones militares (que no de hostilidades, como la extorsión).

El anuncio presidencial de redoblar el combate contra las llamadas bandas criminales coincide a la letra con una cláusula del punto 3 de la agenda de La Habana, que justo empezaron a discutir comandantes militares y guerrilleros: “el Gobierno Nacional intensificará el combate para acabar con las organizaciones criminales y sus redes de apoyo”. Y las Farc no han dicho esta boca es mía por la muerte en combate (no en bombardeo) del jefe del frente 57, José David Suárez, ‘Becerro’, el hombre más importante que les han matado los militares en mucho tiempo.

Hasta la negativa del Presidente de extraditar al jefe paramilitar ‘Julián Bolívar’ se interpretó como otro gesto para tranquilizar a las Farc. Y qué tal la Comisión de Paz con Pastrana a bordo y el Procurador llamando al expresidente Uribe a entrar.

En fin. Parece como si se apilaran los anuncios que indican que la paz marcha al galope hacia feliz final y pronto cese bilateral.

Grave error. La paz está en su momento más difícil.

Porque llegó la hora de la verdad. Y les llegó a todos.

Las Farc enfrentan una decisión existencial. ¿Van a aceptar que son rebeldes que cometieron crímenes imperdonables o persistirán, como ‘Iván Márquez’ ante el parlamento británico, en que no se les puede aplicar la justicia transicional, sino una ‘justicia especial’ que les dé amnistía porque nunca atacaron deliberadamente a la población civil? Dicen que se puede empezar a redactar el acuerdo sobre víctimas. Pero mientras se empeñen en negar que, por justa que crean su causa, para cumplirla llenaron ejemplarmente cada ítem del artículo 8 del Estatuto de Roma (crímenes de guerra) y varios del artículo 7 (crímenes contra la humanidad), no solo el acuerdo sobre víctimas, sino un avance sustancial del proceso son imposibles.

Al Estado también le llegó la hora. Para avanzar en la negociación, habrá que empezar a hablar de responsabilidad institucional. Y de graves crímenes, no solo por acción, sino por omisión: cuando se tiene la obligación de proteger, mirar para otro lado cuando los paramilitares iban a cometer una masacre es tan grave como cometerla (y, por lo que se sabe, no solo ‘omitieron’, sino que ‘hicieron’ miles de veces. Y no solo ellos).

De este lado hay la misma resistencia a rendir cuentas que del otro. Las investigaciones sobre ‘falsos positivos’, que apuntaban a varios generales, languidecen en la Fiscalía. Salvo los ya presos, el estamento militar luce más inclinado a insistir en los tres proyectos que navegan raudos en el Congreso para blindarlo (ampliación del fuero, tribunal especial para revisar todos los casos y reforma de la justicia militar), que en echarse a la piscina de la justicia transicional. Y el expresidente Gaviria salió con la idea –aplaudida por muchos interesados– de indultar a todos los civiles que cometieron crímenes en el conflicto si cuentan lo que hicieron y no juzgar a los militares por omisión. ¿Toda simetría con lo que propone ‘Iván Márquez’ para sus hombres será pura coincidencia?

* * * *

La parte más dura de la negociación apenas empieza. Quizá por eso llueven los anuncios parciales. Que son alentadores, pero colaterales. La negociación los necesita para sostenerse ante la opinión pública. Porque acuerdos de fondo, por ahora, difícilmente se podrán anunciar.

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