Las contradicciones de Sergio Jaramillo y una propuesta de ‘cárcel digna vigilada’ para las Farc

"Lo que cuenta en la vida no es el simple hecho de haber vivido. Es qué diferencia hemos hecho en la vida de los demás, lo que determina el significado de nuestra vida." Nelson Mandela

El 2 de marzo de 2015 El Tiempo publicó “La verdad y el proceso de paz” de Sergio Jaramillo. Lo siguiente es una especie de autopsia sicológica del texto, establecida a partir de lo que dice porque la solución es sencilla, pero la hemos enredado.

Habla Jaramillo de “una paz pactada” y que “el Gobierno no va a aceptar una especie de chantaje por parte de las Farc” para la impunidad.

Jaramillo admite en público lo que dicen las Farc en todos los tonos y escenarios con su inamovible de ‘no aceptar ni un día de cárcel; y que Jaramillo lo llame chantaje está bien para él, los amigos que lo leen, o los que lo escucharon en el foro; para los columnistas teledirigidos, etc. Pero si Uribe no tolera esa misma posición de Jaramillo, el Gobierno y la sociedad, en relación con las Farc, y lo llama impunidad, eso está muy mal. Y si Kofi Annan dice, mostrando su independencia como líder: “Los máximos responsables deben rendir cuentas,” silencio en la Casa de Nariño y en La Habana.

¿Qué significa lo anterior? Una deshonestidad peligrosa que obnubila el sentido de la autocrítica e impide definir situaciones desventajosas, estableciéndose entonces un vínculo de dependencia consentida. Lo anterior es una condición llamada dependencia política, que es una manipulación impuesta por intereses desconocidos que se manifiesta en una excesiva, y a menudo inapropiada preocupación por las dificultades de las Farc en cuanto a su futuro y las consecuencias políticas. Esa situación de sujeción en la que se puede encontrar el grupo negociador hace que su voluntad se encuentre anulada o limitada para recomendar decisiones fundamentales. Jaramillo lo llama chantaje y lo es. Yo lo llamo farsa. Entonces ¿Desde cuándo debe manifestarse la no tolerancia de la sociedad frente a la impunidad deseada de las Farcpara demostrar su talante democrático e independiente?

Habla Jaramillo de una paz pactada. ¿Qué es eso? Un pacto vinculante que establecería medidas obligatorias para el Gobierno, las Farc y la sociedad en medio de algo difuso y amenazador llamado postconflicto. ¿Cómo se sancionaría el no cumplimiento? Para eso es la no dejación de armas, para garantizarlo, según las Farc. ¿Y qué harían la sociedad y el gobierno si las Farc no cumplen? Resignarse al horror y cansancio de una guerra de baja intensidad.

Jaramillo dice que va a haber un acuerdo entre toda la sociedad. Existe un acuerdo fundamental como Visión y Misión llamado Constitución. En La Habana no hay visón ni misión para el proceso de paz. En ese escenario ¿Qué significa paz territorial? Jaramillo se niega a elaborar la idea en la conferencia que da en Colombia, pero en Harvard dijo:

“Lo que me interesa resaltar es que tenemos que aprovechar el momento de la paz para alinear los incentivos y desarrollar las instituciones en el territorio que con el tiempo van a hacer valer los derechos de todos por igual. Para avanzar en esa dirección, hay que complementar el enfoque de derechos con un enfoque territorial. Primero porque el conflicto ha afectado más a unos territorios que a otros.”

Así pues tendríamos el escenario de las ZRC, las Farc con manos en las regalías y presupuestos municipales o departamentales y unos milicianos vestidos de civil que vigilarían a la población como sucede hoy. ¿Es esa la soberanía del pueblo de la que habla la Constitución? ¿Se transformará el campo en un sentido técnico, productivo, competitivo, dentro de la comprensión democrática de la competitividad? ¿Quién hará esa transformación, el Estado o las Farc?

Entonces leo: “Tenemos que separar la administración de justicia de la verdad, para que la justicia haga lo que tiene que hacer y la verdad profunda del conflicto se construya de otra manera, con otros instrumentos.”

Es un engaño pretender que haya UNA verdad. Hay múltiples verdades o motivaciones negativas para matar, secuestrar, robar, violar, etc.; al igual que RACIONALIZACIONES para justificar esas atrocidades. De esas ‘verdades’ se alimentan las crónicas rojas. Pero la única verdad que realmente colma a medias el vacío existencial que deja el horror de este conflicto es la administración de justicia; lo otro, sin nombre, que sana el dolor, es un misterio.
Por ese motivo, lo que hacen las Farc en La Habana es construir la verdad que les conviene. Esa estratagema criminal Jaramillo la eleva a categoría académica mediante el ‘constructivismo social’ que se utiliza para cambiar la percepción de la historia. Pero los muertos y atrocidades no se pueden DE CONSTRUIR del alma de las víctimas, pues muertos y dolientes no pertenecen a una verdad académica o histórica, sino a una dolorosa verdad particular, irreductible a teorías y conveniencias políticas.

Dice Jaramillo:“Las Farc se han movido con dificultad hacia el reconocimiento de las víctimas, pero se han movido. (Porque ellos manejan una verdad sin tripas.) Los 10 principios sobre víctimas que acordamos en junio del año pasado son importantes. (Pero un principio de negociación no trae el arrepentimiento del asesino.) Y el gesto de reconocimiento (Un crimen no se subsana con un gesto.) frente a las víctimas de Bojayá que hicieron en diciembre es importante. Todo eso está bien, aunque está muy lejos de ser suficiente.” Ahora pregunto: ¿Qué parámetro objetivo utiliza Jaramillo para decir que no es suficiente? ¿Será su sensibilidad hacia la justicia? Si su propia honestidad se lo dice, ¿cómo pretende separar verdad de justicia?

Jaramillo define,‘paz justa.’ Como seguridad jurídica a los combatientes, miembros de las FF.MM., respeto a los derechos de las víctimas y a las expectativas de justicia de la sociedad. Pero cuando se analiza el Marco Jurídico para la Paz’ salen a la luz los vericuetos legales por donde se colaría la impunidad que ha sido objeto de análisis y comentarios como los de Rafael Guarín con su libro‘Paz Justa’, Gina Parody, Juan Gabriel Uribe, José Fernando Isaza y otros.

Para corroborar lo anterior se pronuncia la fiscal de la CPI, Fatou Bensouda quien no permitirá que haya impunidad total en Colombia en aras de la paz.De no ser así, Colombia violaría sus obligaciones frente al derecho internacional al Estatuto de Roma.Los máximos responsables de los crímenes más graves tienen que cumplir un mínimo de pena privativa de la libertad. ¿Cómo podría ser eso? Más adelante el por qué y el cómo.

Pero a Jaramillo le preocupa un problema sociológico: “romper el ciclo histórico de violencia y venganza.” Para lo que, él mismo lo dice, se necesitaríaadministrar justicia, rendir cuentas y crear una comisión de la verdad. Sin embargo, en el panel con Kofi Annan se planteó: “Desafíos de una comisión de la verdad surgida de un proceso de paz, en un contexto de amplia y diversa demanda social.”

¿Cuáles son esos desafíos? A mi modo de ver, que Jaramillo no se contradiga tanto, pues podría ser responsable como determinador de la impunidad de las Farc.Más bien ¿Por qué no planteamos una Comisión de la Verdad para los Diálogos de La Habana? Porque de esa verdad jurídica, existencial, valorativa, traducida en hechos y costos de todo orden, podemos construir futuro, pues el pasado irrefutable ya tiene su verdad: Dolor. Sufrimiento. Inexistencia de la Misericordia.

En cambio, si en La Habana utilizaran la Verdad en alianza con Visón y Misión, entonces sabríamos si el diseño de la paz sería bueno para el país.¿Por qué no se puede mejorar el diseño que todos queremos? Porque le ha salido de competencia una visión llamada Socialismo del Siglo XXI, que dizque lo arman ya, con solo HABLAR. La visión de país que queremos se llama CONSTITUCIÓN y llevamos dos siglos TRABAJÁNDOLA. La MISIÓN ES LLEVARLA A SU MEJOR NIVEL DEREALIZACIÓN. ¿Vemos la diferencia entre trabajar como país y hablar como político subversivo?

En contravía de lo anterior y para el adormecimiento de los verdaderos constructores de paz, la ‘visión’ de paz que se le proyecta a la opinión pública desde La Habana, es la del ‘postconflicto’, un caos presentido e indeterminado, en la que Carlos Fernando Galán, por ejemplo, ve que ‘a Gaviria le falta aterrizar su propuesta de paz’; Natalia Springer y León Valencia se concentran en la justicia transicional y sus problemas; María Jimena Duzán cree que la paz es un asunto de sinceridad; la nigeriana Amina Mohammed nos augura problemas con la inequidad, Sergio Jaramillo le está viendo problemas al proceso, etc.

Por otra parte, la misiónde los diálogos habaneros sería válida, si nos convenciera de lo que pretenden cumplir con nuestro sistema social y el entorno internacional de Colombia; cómo pretenden lograrlo y por qué, en cuanto tiempo y cuál será su costo. Nos convencerían si supieran manejar, en pro de la paz, la historia del país, las diferentes idiosincrasias y necesidades de las regiones y estratos, los factores externos del país, los recursos disponibles y las capacidades distintivas de los diferentes líderes que llevarían a cabo el cambio positivo.

La propuesta a las Farc. En la conferencia a la que hacemos referencia se considera la Comisión de la Verdad como un instrumento para dignificar a las víctimas. Pero… ¿Por qué no les preguntamos a las Farc, como victimarios, si desean TAMBIÉN ser dignificados? Ellos lo desean con curules enel congreso, no pagando cárcel, sin ser extraditados para consolidar su PODER EN LOS LLAMADOS TERRITORIOS. Esa es una dignificación cobarde, tanto para quien la otorga como para quien la recibe; pasiva, improductiva para el país, falsa. A nadie se le dignifica por decreto; la dignidad hay que ganarla con la verdad de los actos. ¿Qué actos, ‘llenos de gracia y de verdad’ dignificarían a las Farc? No lo sé. Pero me atrevo a decir lo siguiente para que lo piensen.

Se usa la cárcel como un coco de deshonra y castigo. Sin embargo, ¿Quién recuerda la cárcel, poca o mucha, que pagaron Miguel de Cervantes Saavedra, Dostoievsky Óscar Wilde, Gandhi, Nariño, Mandela, Mujica, Martin Luther King, Paul McCartney, Bill Gates, Frank Sinatra, Jane Fonda, Michael Jackson? Nadie. Porque sus ejemplos de vida opacaron o borraron sus errores. En cambio todos recordamos a los criminales que han salido libres pagando cárcel o no. Quizá el ‘perdón’ al que legítimamente tengan derecho las Farc sea el olvido de la historia, si siguen actuando como lo han hecho hasta ahora. Luego no es la cárcel la que nos deshonra o nos quita la libertad, sino nuestros actos. Por ese motivo comparto la cita de Mandela al comienzo quien supo llegar a ser un ex terrorista respetado por el mundo: Por lo anterior una ‘cárcel’ puede ser un retiro en el que se enseñe dignidad a los compañeros y el resto de la sociedad.

Ustedes quieren ser respetados, como lo merecen todos los seres humanos; que no los llamen terroristas, narcotraficantes, asesinos, etc. Eso se llama el deseo de ser digno. Para ganar esa dignidad ustedes tienen que aprender a respetar las diferencias políticas, personales, sociales. Al hacerlo, harán sentir a los otros, dignos y libres, y ustedes se sentirán igual; afirmando así la virtud de ser colombiano. Pero no será fácil, pues tendrán que aprender a resolver las inconformidades de otra manera, mediante control y equilibrio emocional. Se sentirán entonces orgullosos de sus actos positivos y de quienes se han visto beneficiados por ellos: la tropa en primer lugar; los pueblos y los civiles indefensos. De ustedes depende entonces, el sentirse orgullosos o culpables si causan daños inmerecidos a la comunidad.

Su capacidad de estar por encima de sus ambiciones políticas egoístas es lo que los hará dignos. Pero, si triunfan, que no se les suba la ‘dignidad’ hasta el punto de pensar y sentir que tienen más derechos que los otros; es decir, privilegios. Lo que ustedes quieren obtener a la fuerza porque creen que su causa revolucionaria es suficiente para fundar un nuevo paradigma de justicia, se llama, desafortunadamente, impunidad; así la quieran disfrazar de otra cosa.

Si ustedes quieren ser dignificados RENUNCIEN A LA DISCRIMANACIÓN. Porque la dignidad es reconocida como un producto de la racionalidad, la ética, las buenas costumbres, la autonomía de la voluntad, y el libre albedrío. La discriminación es la negación de la dignidad, es la falsa revolución.Desde luego que ustedes no son los únicos que reclaman dignidad, sin merecerlo, por lo que se han inventado la dignidad revolucionaria.

Pero yo les propongo la revolución que antecede a la construcción de la paz: la de la dignidad, sin la cual no hay paz. Decía que sus actos deben estar llenos de ‘gracia y de verdad.’ Me explico. Generalmente se asocia gracia con un favor sobrenatural que Diosconcede a los seres humanos para ayudarlos en el camino de la salvación. En estos casos, se habla de la gracia divina o gracia santificante. Pero eso no es lo de ustedes. Soy más realista en mi aspiración. Por lo que más bien diría practicaran otras manifestaciones de la gracia como ser agradables, que hicieran favores, concesiones; que algún día nos pudieran divertir o hacer reír, y que mostraran la habilidad para ejecutar con gracia el instrumento de la paz. Pero no olviden que ‘gracia’ también se refiere al indulto que el juez concede al condenado, por lo que una ‘cárcel’ puede convertirse en un retiro en el que se enseñe dignidad a los compañeros y el resto de la sociedad. Es decir, que desde la cárcel pueden ustedes hacer la revolución que todos respaldaríamos.

Como el odio de clase, como estrategia política, es una funesta discriminación universal que ustedes pusieron históricamente en movimiento, desmóntenla. Por nuestra parte digo que las discriminaciones que más se reconocen en Colombia son el racismo, clasismo y el servilismo que incluye a los revolucionarios. El único rubio que les hemos conocido es el ‘Mono Jojoy’; las comodidades del Secretariado son legendarias en comparación con los rasos; mientras unos viven en fincas venezolanas, otros chupan mosquitos en la selva.Además, su discriminación, lucha u odio de clases, es el motor de su política, por lo que ese veneno es el verdadero destructor de la paz diaria en todos los rincones de la patria, no solamente en lo que Jaramillo, de manera conveniente para ustedes, llama territorios, por lo que se inventó ‘la paz territorial,’a espaldas de la ‘paz nacional’ que es la que ordena la Constitución.

El clasismo bogotano, por ejemplo, lo aprovecha el marxismo para hacer la discriminación política de clase que favorezca a un candidato de izquierda que después ha resultado un fracaso, ahondando más las diferencias sociales. Eso se considera juego político normal, pero va contra los componentes de la dignidad universal. Cuando decimos: la clase obrera, la ‘gente’ de cuello blanco, la ‘gente’ de cuello azul(no la clase), revelamos mucho del odio sutil, normal, que encierra la discriminación. Ahí comienza y se eterniza la incomprensión entre el pobre y el rico, el patrón y el obrero que hacen imposible la paz.

Si ustedes en su accionar político nos dan ejemplo de dignidad porque se les reconoce como un grupo en el que las características de racionalidad, autonomía de la voluntad de los otros , y el libre albedrío en las decisiones políticos aún dentro de su tropa y organización, al igual que en el resto de la sociedad colombiana SIN DAÑAR A LOS OTROS; si en su accionar vemos la ética y las buenas costumbres, si eso se respeta, digo, entonces nosotros haremos otro tanto y le agregamos un ‘plus’ como dicen ahora. Porque esa concepción de dignidad no es burguesa, es humana y universal.

Este es el ‘plus’. Nos esforzaremos en no llamar a alguien indio, guiso, sirvienta, celacho, indiamenta, guerrillerada, la negra, el negro, el ñero, el gamín, el ruso, el colino, el marihuanero, la gomela, el gomelo, el ricachón, el furibista, etc. Dejaremos de hacer tonteríaspor los zapatos de medio millón por los que matan en Caracas; llamaremos ‘doctor’ a quien verdaderamente lo sea. Y consideraremos que graduarse de cualquier universidad de calidad es respetable sin ver el costo de la matrícula; respetaremos al conductor de buseta, al policía, soldado, gamín, a la ‘empleada del servicio, el celador, el taxista, el sindicalista, el exguerrillero, el exparaco, el campesino, sin preguntarles: ¿Usted no sabe quién soy yo? No discriminaremos a la mujer o al gay; al vendedor ambulante o al informal, al indígena, al indigente. Entonces si hacemos desaparecer esas diferencias inhumanas de ‘clase’ ¿Qué sentido tendría su odio?Y si empezamos a transformar la sociedad comenzando con el trato digno ¿no será que los duros del billete se empiezan a sensibilizar también hacia una transformación más profunda que destierre la avaricia?

No presten atención a cierta mentalidad postmodernista que ha divorciado la lucha laboral de lo útil y ético de lo ideal humano, o el amor; no crean que la justicia no puede ser atemperada por la compasión, aun con el más abyecto criminal que cambia. La realidad humana lleva millones de años formándose, hemos tenido logros maravillosos y el marxismo y el ‘odio de clase’ como metodología política es apenas un mínimo ensayo de esa experiencia. No es la verdad definitiva. Así que comencemos con el kínder de la revolución: jalémosle a la dignidad, que bien puede hacerse desde una cárcel, o un retiro de dignidad y paz. Los conventos medievales eran eso: claustros de dignificación del hombre en donde, trabajaban, tomaban vino, estudiaban. En este caso, tal retiro sería necesario mientras puedan probar que han dejado de ser un peligro para la sociedad, con su proclamado derecho a la violencia, cuando ha existido siempre la opción exitosa de lo contrario, para lo que se necesita la gracia y verdad que ustedes no han tenido.

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