Adiós a la guerra

Después de la muerte de los 10 soldados en el Cauca, pensé en “Sin novedad en el frente”, de Erich María Remarque, uno de esos libros que deja muy claro lo inútil y aterrador que es una guerra. Remarque, quien tuvo que dejar el colegio cuando tenía 18 años para integrar el ejército alemán en 1916, vio morir a la mayoría de sus compañeros.

El relato es desgarrador y deja muy claro que esa guerra, como todas las guerras, por más que se justifique, tarde o temprano concluye que fue inútil, especialmente, si nos damos cuenta de que, por lo general, quienes ponen la carne en el frente son los jóvenes, casi siempre los más pobres. Las secuelas son enormes, por eso me resulta tan elocuente la reflexión que hace uno de los soldados: “La guerra nos ha estropeado para todo. Ya no somos juventud. Ya no queremos conquistar por asalto el mundo. Somos unos hombres que huyen. Huimos de nosotros mismos. De nuestra vida. Teníamos 18 años, empezábamos a amar el mundo, la vida; pero teníamos que disparar contra todo eso. Y la primera granada que explotó, dio en medio de nuestro corazón. Estamos al margen de toda actividad, de toda aspiración, del progreso. No creemos ya en esto. Solo creemos en la guerra”.

Y cuando esto pasa, cuando se escuchan las metrallas y las granadas en el campo de combate, las consecuencias son más que aterradoras, ya no hay sueños, solo rabia, “podemos destruir y matar para salvarnos y vengarnos (…) ¡Y aunque tu mismo padre viniera con los de allá, no titubearías en lanzarle al pecho tu granada! (…) Queremos matar, porque ahora son los de allá nuestros enemigos personales; sus fusiles y granadas nos apuntan. Si no los destrozamos, nos destrozan”.

El resultado: cifras enormes de muertos que no debieron existir si antes, quienes estaban en el frente bajo una orden, hubieran visto que ese rostro que atacaron era el de un obrero, un campesino, un artesano. “¿Y por qué habría de atacarnos un cerrajero o un zapatero francés? No. Son los gobiernos. Yo nunca vi a un francés antes de venir aquí. ¿Entonces por qué hay guerra? Debe de haber gente que saca provecho de la guerra”.

Alguien podrá decir que no puede compararse esta guerra con la nuestra, pero como vemos en este libro que muchos odiaron cuando se publicó en 1929, porque fue considerado la “diatriba más terrible que se ha escrito contra la guerra”, el resultado siempre es el mismo: generaciones perdidas, ideas que se esfumaron por una bala de fusil.

Concluyo con algo. Me gusta que la muerte de los soldados del Cauca haya indignado a tantos colombianos, por fin estamos reaccionando ante la barbarie, eso es fruto de un proceso de paz que hace má visible el conflicto, cosa que no ocurre durante una guerra sin tregua donde tantos se vuelven inmunes al dolor. Sin la esperanza de la paz, nos volvemos a hundir en el fango como sociedad, las víctimas vuelven a ser invisibles y eso no puede pasar. Por eso una orden de guerra en este momento lo único que hace es mostrar una fuerza bruta cuando lo que esperamos los colombianos es inteligencia.

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