Metanoia

Cuando, a pesar de la evidencia, un presidente toma decisiones en materia de seguridad o defensa basadas en cálculos políticos partidistas o en corazonadas y pulsaciones, los efectos suelen ser devastadores. Cuando tales efectos se producen, un presidente puede darles un giro profundo y sincero a sus planes o, por el contrario, retocar su proyecto y tratar de remontar las coyunturas críticas sin modificar en esencia aquello que provocó la desgracia. En otras palabras, un presidente puede obstinarse en sus obsesiones o emprender un verdadero ejercicio de cambio de opinión y de rumbo, retractándose ante lo que la realidad exhibe y corregir cuanto sea necesario para asegurar el bienestar del ciudadano o de sus propias tropas.

Ese procedimiento se conoce desde la retórica de los antiguos griegos como "metanoia", o sea, la disposición a desandar lo recorrido para tomar una dirección distinta. Incluso los teólogos se refieren a la metanoia como una especie de transformación profunda y positiva que ante la revelación divina lleva a los hombres a modificar su conducta para ponerla en consonancia con una autoridad superior.

En la práctica, eso significa que si un gobernante percibe claramente que está inmerso en un proceso de negociación plagado de mitomanía, trampas, ficciones y fantasías, lo más saludable sería que hiciese un alto en el camino, reflexionase sobre los graves errores cometidos y fijase unas reglas claras que deben ser integralmente respetadas por la contraparte.

Si, por el contrario, el gobernante solo maquilla sus procedimientos pensando en que el clima cambiante de opinión pública le devolverá más adelante la popularidad perdida, las consecuencias de sus actos pueden ser tan traumáticas que, si su capital político ya estaba en entredicho, podría exponer la gobernabilidad misma, o la propia suerte del sistema que estaba obligado a preservar.

De hecho, cuando las Farc secuestraron al general Alzate, el presidente Santos congeló los diálogos tan solo para premiar un poco más tarde a los insurgentes suspendiendo bombardeos.

Ahora, cuando esa misma insurgencia acribilla a once soldados de la patria, a duras penas reanuda los mencionados bombardeos y trata de fijar unos plazos que, tal como ocurrió con los que él mismo estableció al comenzar el proceso, serán ajustados más adelante de acuerdo con la conveniencia.

En resumen, cuando un gobernante desestima la metanoia, lo único que consigue es reforzar la conducta negativa de la contraparte y no solo expone su obra, sino también a las Fuerzas Militares y a la democracia propiamente dicha.

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