¿Se daña la fiesta?

Mientras el país político agita el debate sobre la convocatoria a un referendo para que se le otorguen a Santos amplias facultades para firmar con la guerrilla el acuerdo de paz, el orden público en las grandes ciudades se deteriora.

La extorsión en las seis primeras capitales de departamento sobrecoge. 517 pandillas bien organizadas y dotadas de sofisticados armamentos, se van apoderando de barrios en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena, según informes de la Policía Nacional.

De esas 517 bandas delincuenciales, 105 actúan en Cali, 90 operan en Medellín, y en Bogotá, según revela El Tiempo, hay 107 pandillas identificadas en 26 zonas de la capital. De encima, Medellín “es la ciudad donde más se consume droga en el país, con más de 227 mil consumidores para doblar las tasas de Bogotá y Cali”, cifras tomadas de EL COLOMBIANO.

Las tasas de homicidio son aún elevadas. Según el Observatorio Nacional de Salud, Colombia “sigue siendo el país con una de las tasas de homicidios más altas de América Latina”. Y Medellín la ciudad más violenta. Tiene cerca del 10 % del total de homicidios en el país, en tanto Cali aporta el 9 % y Bogotá el 8 %. El año pasado 658 jóvenes fueron asesinados en la paradójica ciudad más innovadora del mundo…

El aumento del robo de vehículos es alto. Según el Ministerio de Defensa, en Colombia se roban diariamente 21 carros y 64 motos. En el solo Medellín entre enero y mediados de abril de este 2015, se han hurtado 400 vehículos y 1.600 motos. Deshonroso lugar que debe ruborizar los rostros alelados de sus autoridades…

Los índices de impunidad abochornan en Colombia. Entre 2.5 y 3 millones de procesos –dijo el Minjusticia– congestionan los juzgados. La morosidad y la falta de jueces y fiscales ahondan los índices de prescripción, hermana gemela de la impunidad. Esta situación se patentiza en el estudio dado a la publicidad por la mexicana Universidad de Las Américas. Le asigna al país el tercer lugar en el grado de impunidad en el mundo, luego de México y Filipinas. De allí que la transparencia que exige la OCDE para entrar en la fiesta de ese su club de ricos, se opaque.

Para llegar a tan deplorable diagnóstico, aquella Universidad evalúa los índices de seguridad, justicia y derechos humanos. Tres aspectos que en el país no se distinguen propiamente por su eficacia, operatividad y respeto.

Ante tan patéticas y dolorosas cifras, consecuencialmente el índice de felicidad de los colombianos se reduce. Según el World Happiness Report, el país está en el puesto 33, cuando hasta hace poco tiempo ocupaba los primeros lugares. Hay desencanto, preocupación y un pesimismo que va cubriendo el estado de ánimo de la sociedad.

Así que no solo hay que mirar exclusivamente lo que se definirá en La Habana sino que se requiere volver los ojos al resto del país en donde el cáncer del delito cotidiano produce estragos. Y no creer más que con solo pactar con la subversión, los ríos de tranquilidad inundarán toda la geografía nacional. Hay que bajarse de esa nube y poner los pies sobre la tierra.

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