Coimas mil

En los últimos años de generalizaron las mordidas de los policías en Bogotá. Al igual que los huecos y el trancón, estos sobornos hacen parte del panorama cotidiano del transporte de la ciudad. ¡Qué lejos está el gobierno de Antanas Mockus que enfrentó la corrupción de la policía de tránsito!

El resignado pago de coimas a cualquier hora y en todas partes ya pertenece a la vida cotidiana. Abundan, al respecto, los chistes en las redes sociales: “Si va a viajar en el puente, lleve sencillo para los policías”; al lado de una foto de los uniformados pidiendo papeles a los conductores, se lee: “Están reuniendo plata para el mercado”. En el best-seller Niebla al medio día (Alfaguara, 2015), Tomás González escribe: “Cuando los policías paran a la gente en la carretera mencionan todo lo que está mal o sea de alguna manera desfavorable para el conductor: una luz direccional dañada, parabrisas sucio, en fin, van construyendo el caso, casi inconscientemente, para llegar a la mordida. Y la gente les da la mordida porque es lo más fácil,…”.

Para solucionar este problema, hay que ir más allá de la indignada prédica de la moral y las buenas costumbres. La raíz de la proliferación de las mordidas se encuentra en ciertos factores económicos que las propician: (i) Cuanto más altas e insensatas son las multas, mayor es la corrupción (al valor de un parte, que con frecuencia supera los seiscientos mil pesos, hay que sumar el costo de inmovilizar el vehículo en los patios, el pago de la grúa y el costo de no poder usar el carro uno o dos días); (ii) en un rápido y sigiloso diálogo, el policía y el multado llegan a un acuerdo, sellado con un pago en efectivo, que les conviene a ambos, por una fracción del costo total de la multa; (iii) existe una bajísima probabilidad de que los policías y multados sean cogidos in fraganti.

Una campaña inteligente para combatir las mordidas debe atacar los factores que las incentivan: (i) los altos costos de las multas, de tal manera que bajen los estímulos para pedir y dar coimas (es un error pensar que con sanciones más onerosas se combate la corrupción); (ii) reducir al máximo la intervenciones discrecionales de los policías; la generalización de las multas electrónicas es un paso en la dirección correcta; (iii) en lugar de aplicar una altísima multa por falta de seguros o de revisión de los vehículos, se debería dar un plazo razonable para cumplir con el requisito; únicamente si no se soluciona el problema en ese plazo, se debería aplicar, en forma automática, una sanción económica; (iv) simplificar el código de tránsito y reducir el número y clase de multas para evitar la discrecionalidad (los policías amenazan con la inmovilización del carro para cualquier tipo de infracción); (v) dar mayor información y crear canales para la defensa de los conductores del acoso de los policías.

Se debería comisionar un estudio técnico de expertos que analice el problema, en especial los incentivos económicos que han hecho que proliferen las mordidas, y, con base en sus recomendaciones,  preparar los cambios en las normas.

Con las reglas actuales no se castigan las infracciones ni se facilita el cumplimiento de las normas. Se incentiva la  transferencia de ingreso de los conductores a los uniformados. Y, por supuesto, aumenta la desmoralización y cae aún más la confianza en las autoridades.

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