Perdidos… así estamos los que no tenemos una relación política directa con el Plan Nacional de Desarrollo.

Si la idea era coordinar el futuro de la planificación en Colombia, el presente ya es de incertidumbre. La situación es tan confusa que ni siquiera es que no esté claro quiénes son los atrasados y por dónde van los adelantados: el problema es que ya nadie explica a qué equivale eso del desarrollo y qué es lo que se quiere desarrollar.

O mejor: ahora todo es desarrollo y el desarrollo todo lo cura. Lo único que cambia en el discurso oficial es la inclusión de rigor de la agenda política progresista del momento. Cualquiera que sea el lenguaje requerido. El desarrollo ahora es diferencial y no atenta contra la vida animal. Nos va proteger del calentamiento global, las amenazas terroristas, el gluten y la desaparición de los osos polares.

En la promoción del Plan Nacional de Desarrollo todo es grandilocuencia. Los comunicados oficiales son tan abiertos y generales que el Plan Nacional de Desarrollo parece un acto de campaña. “Por una Colombia más educada, más equitativa y en paz”: he ahí una frase digna de cualquier candidato a la presidencia de un país que quiere el desarrollo. Lauchlin Currie estaría orgulloso. En esta ocasión, sin embargo, hace parte de la página oficial del Departamento Nacional de Planeación (por fortuna ya Simón Gaviria habló de atacar la “pereza administrativa del Estado”).

Si uno mira por entre la ranura de una máquina del tiempo no ve carreteras y acueductos. Al final del túnel hay un Germán Vargas Lleras esperando la siguiente locomotora. El futuro de la planeación es en realidad el futuro de la política electoral. Le llaman planeación porque en ella planean los políticos. Si el presupuesto alcanza, pronto habrá un Departamento Nacional de Trampolines. Los retos para Colombia son tan grandes que hasta nuestros planificadores están en vías de desarrollo.