La cosa se complica

La encuesta de Gallup arroja resultados decididamente pesimistas que, desafortunadamente, se parecen a algunas cifras de la economía.

Esta toma del pulso a la opinión, luego de los nefastos hechos del Cauca, está llena de números rojos. Muchos de ellos fácilmente explicables y otros no tanto.

Cosas sencillas de entender ,por lo ocurrido en el periodo febrero- abril, son la caída en la aprobación de la gestión del presidente (de 43% a 29%) la Corte Constitucional (Pretelt, de 47% a 29%), el sistema judicial (de 21 a 18%) economía (de 34% a 21) insistir en los diálogos (de 69% a 52%) así como la subida del ex presidente Uribe (de 47 a 59%).

La percepción de que las cosas están empeorando, de 51% a 66%, se explica mejor por el deterioro de la seguridad, de 30 a 38%. Para la gente es peor, ahora, lo que pasó en el Cauca que lo que pasa, o puede pasar, con la economía. Ese es uno de los límites de las encuestas que son, “apenas”, una fotografía de la opinión en un momento determinado.

A estas alturas de las percepciones vale la pena dar una mirada a algunas cifras del mundo “real”. Seguramente las más importantes sean la reducción en las perspectivas de crecimiento del PIB hasta 3.6, aunque se empieza a hablar de 3%, y la devaluación, que de julio 2014 a marzo 2015 alcanzó la cifra record del 45%.Vale decir que factores como la inminente venta de Isagen, la estabilidad en las tasas de interés en los Estados Unidos , las no muy halagadoras últimas cifras de su economía, y una leve recuperación en los precios del petróleo, nos han regresado a la tasa de cambio de diciembre de 2014, $2.393, no sin antes propiciar una reducción y encarecimiento de las importaciones que puede ser positiva para la balanza comercial pero ya tiene efectos graves en los niveles de inflación(4.56% de marzo a marzo, 2 puntos más que el año anterior ) ante la “tranquilidad” del Banco de la República.

Si bien la pérdida de credibilidad en el proceso de Paz o la caída en la imagen del presidente son factores susceptibles de enderezar con decisiones sobre los diálogos, ojalá teniendo éxito, no ocurre lo mismo con el deterioro de la economía lo cual depende de variables más complejas que escapan a nuestro control, como el fortalecimiento mundial del dólar o el petróleo, cuya producción y precios se han “revelado” como el corazón de la realidad económica colombiana, debiendo advertir que a pesar de una tasa de cambio favorable para la industria local y los exportadores, una reconversión del aparato productivo para conseguir competitividad de otras exportaciones, como lo propone nuestro optimista ministro de hacienda, es una tarea que puede llevar décadas.

Más realista y expedito, además de vender activos como Isagen o acciones de Ecopetrol, puede resultar endeudarnos o, temporalmente, saltarnos la regla fiscal para no reducir el gasto público y acabar de frenar la demanda interna, un camino seguro hacia el receso. En el entretanto es lamentable la reducción de la inversión petrolera (la perforación ha caído un 83%) que, si se mantienen los niveles de producción de 1.000.000 de barriles por día, nos llevará invariablemente a la sequia de los pozos en apenas 6.7 años. Mientras tanto se siguen perdiendo decenas de miles de empleos en el sector y no terminamos de contabilizar el impacto en la economía.

Así, mientras estamos ocupados en las habituales pugnas políticas, o preocupados por que Uribe sube y Santos baja en las encuestas, las perspectivas del país son las más inciertas en la última década. No se puede gobernar basado en encuestas, pero tampoco es aconsejable hacerlo sin ellas, mucho menos si, como en este momento, se reduce la distancia entre percepción y realidad: necesitamos, urgentemente, hechos para recuperar la credibilidad en los diálogos pero, también, para no perder la confianza en la economía.

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