¿Cómo salvamos esto?

Creo que para salvar este proceso de paz hay que dar un viraje urgente.

El Presidente viajero por Europa ha reaccionado ante las voladuras de torres de luz y los derrames de petróleo de las Farc con trivialidades y frases de cajón: “Si piensan que así se hace la paz, están equivocadas de cabo a rabo”. En el momento de escribir esta columna, habían asesinado al comandante de la Policía de Ipiales, coronel Ruiz.

Creo que para salvar este proceso de paz hay que dar un viraje urgente, comenzando por derrumbar ciertos mitos:

Mito n.° 1: aquí puede pasar de todo, y no pasa absolutamente nada.

¿Cómo puede ser que no exista diferencia ante las agresiones de las Farc contra la población civil, después de 4 años de estar negociando con ellas? ¿Cómo entender que las Farc interactuaron con cientos de víctimas en La Habana, y aún sigan produciendo víctimas como en fábrica? ¿Acaso todo fue una farsa?

Mito n.° 2: negociamos entre partes iguales.

No. Esa es una ficción amable –y muy costosa– que le concedimos a la contraparte para que rehabilitara su nivel político y moral en la negociación. Las Farc son una inmensa minoría en guerra contra el Estado y la sociedad.

Mito n.° 3: todo se justifica porque estamos negociando dentro del conflicto.

Esa condición, aceptable a comienzos de una negociación, se ha convertido, 4 años después, en una coartada. El mínimo rendimiento inmediato de las conversaciones con las Farc es que atenúen sus agresiones contra la población civil.

Mito n.° 4: que la negociación no tiene retorno.

Por culpa de esta falsa creencia, el Gobierno proyecta poseer una tolerancia infinita ante las bestialidades de las Farc. Ellas actúan convencidas de que ya no es posible que el Gobierno se pare de la mesa porque, además, el mismo Presidente se puso sobre el cuello la horca del exhibicionismo internacional de un proceso de paz muy crudo.

Las Farc, en cambio, parecen tener un plan B. Aunque la Cancillería nicaragüense ha negado lo de la nacionalidad y asilo a los cabecillas de las Farc, allá tienen su casa. Roto el proceso de paz, Ortega los acomodaría encantado; no serían extraditables a EE. UU. por narcotráfico; y, como nuevos ciudadanos nicaragüenses, estarían exentos de la competencia de la Corte Penal Internacional.

Mito n.° 5: la solidaridad internacional que ha construido Santos mantiene a las Farc atornilladas a la mesa.

Tampoco es cierto. El apoyo de tantos países al proceso con las Farc es muy “pambeliano” (leyes de Pambelé). Es decir que ante la pregunta de si quieren que en Colombia haya paz o guerra, es muy poco probable encontrar un país en el mundo que vote por lo segundo. (Aunque aún falta saber qué opina Burundi…) Son apoyos protocolarios, retóricas formales, carentes de compromiso ante la adversidad. Por ejemplo, ¿cómo es posible que ante esta arremetida contra los más indefensos, el coordinador de la ONU en Colombia, Fabricio Hochschild, le pida al Gobierno que “ponga la otra mejilla”? O sea: ¿les entregamos a las Farc mil familias campesinas más para que las pongan a beber, pescar y nadar en petróleo? La firmeza para que las Farc se comprometan con un proceso serio, digno, que solo se percibirá en términos de no violencia, provendrá del liderazgo del presidente Santos, no de la comunidad internacional.

Mito n.° 6: el proceso de paz depende de no molestar a Maduro.

Ya no. La utilidad de Venezuela como país acompañante de la paz se acabó. Lo dice todo el insólito favor que le hizo Santos a Felipe González de sacarlo de Caracas en una avión de la Fuerza Aérea, luego de una misión humanitaria que, distinta de las buenas intenciones, fue un ‘osazo’ monumental del mandatario español. Y todo a costa de la furia de Maduro, quien, ya desesperado, creó un casus belli con Colombia, reclamándoselo a Santos como la prueba de la conspiración Bogotá-Madrid. Maduro ya no sirve ni para que las Farc se queden sentadas en la mesa, ni para que se paren.

Señores negociadores: solo hay una forma de que esto prospere, y es que no siga siendo posible que aunque aquí pase todo, no pase nada. Solo así podremos romper el círculo vicioso de que cuantos más atentados cometan las Farc, más se negocia.

Entre tanto… faltaba más, en aras de la libertad de expresión, que Claudia Gurisatti no pueda imponer su criterio en RCN y NTN24.

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