Fútbol putrefacto

No creo que nadie del universo futbolero se sorprendiera de la trama corrupta.

Pocas cosas unen tanto como la corrupción colectiva. Lo demostraron en la Fifa al reelegir a Blatter para su quinto mandato. Ladrones unidos, bien dormidos y comidos, jamás serán vencidos. Alojados en el exclusivo hotel Baur Au Lac, de Zúrich, mínimo 1.000 euros por noche (2’700.000 pesos), tragando caviar a 368 euros/ración, votaron con más alegría esas gentes de moral distraída empeñadas en tapar.

Blatter confiará en concluir indemne su mandato, a los 84 años, edad que demuestra que los reinados Fifa son vitalicios. Lo comprobamos con algunos de los detenidos, también octogenarios. Quizá les den ancianato por cárcel.

No creo que nadie del universo futbolero se sorprendiera de la trama corrupta. Si acaso, que la destaparan. Es un deporte que aúna tantos intereses económicos y políticos que da la impresión de que no existe demasiado ánimo por desenmascarar sus trampas.

Quedó demostrado con la elección de Catar como sede mundial, pequeño emirato que no llega a los 250.000 habitantes nativos. Solo con una chequera multimillonaria, dispuesta a comprar voluntades, podía ganar un país que sabe menos de fútbol que nosotros de críquet; que tiene pocos aficionados y estadios, que subyuga a sus mujeres y esclaviza a los cerca de 1,5 millones de emigrantes sin cualificación, el grueso de la población. En su inmensa mayoría son indios, paquistaníes, nepalíes y bangladesíes, nacionalidades donde el fútbol es una rareza aburrida.

De momento, la justicia gringa solo ha descubierto cómo unos directivos, latinoamericanos en su mayoría, se llevaban sobornos millonarios por beneficiar a determinadas empresas. No son los únicos, sino los primeros en caer, pero no confío en que se atrevan a continuar sus averiguaciones con los cataríes, riquísimos en gas, crudo y petrodólares, por las implicaciones económicas que tendría enfrentarse con el emir y su corte.

Lo que sí podrían hacer los que quieran limpiar un deporte que adoramos dos o tres mil millones de fanáticos alrededor del planeta es aprovechar la ola investigativa para desterrar a los torcidos tanto en las federaciones nacionales, que abundan, y en el fútbol profesional, o mataremos la gallina de los huevos de oro.

Desde niña sigo este deporte, fui varios lustros al Bernabéu a seguir al Real Madrid, y de unos años a esta parte pienso que hay negocios oscuros alrededor de los fichajes, máxime ahora que piden cantidades absurdas por las estrellas y por las que no lo son.

Es innegable que cifras como los 85 millones de euros por James (31.500 millones de pesos), los 65 por Kaká o los 95 por Bale merecerían hacer cuestionamientos serios. Ni hablar de los 4 y 5 millones de euros que pagan por jugadores de poco nombre y escasa proyección, que compran para sentar en la banca y de los que nadie se vuelve a acordar.

¿No hay coimas a directivos ni jugarretas inconfesables de los mánager para subir su valor? ¿Todo lo manejan con pulcritud? ¿Por qué los medios no investigamos con lupa?

Puede que la falta de interés periodístico se deba a que necesitamos el deporte rey tanto como los políticos. Nos genera mucha audiencia en radio, prensa y televisión, y a los políticos les viene estupendo para silenciar un escándalo e ignorar una crisis.

Yo salvo a los futbolistas, casi todos se centran en jugar y dejan los negocios en otras manos. Menos los que participan en las apuestas, un problema que crece a velocidad sideral.

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