La fábula del “postconflicto” mentiroso

“Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”. Aparte de una carta de Nicolás Maquiavelo al historiador y político Francesco Guicciardini, mayo de 1521.

¡La paz! ¡Ahí viene la paz! ¡Ahí viene la paz! Mejor dicho: ¡ya vino hace rato!

Pero solo lo sabía el presidente.

Insondable el agujero en que el gobierno se empeña con todas sus fuerzas en meterse para sostener el indefendible proceso de arrodillamiento en La Habana, así como su grado de mitomanía, que de tanto decir y decirse mentiras parece que se las está creyendo, y peor aún, cree que le creemos.

Que el gobierno salga a decir en el exterior, donde por diplomacia nadie se va a oponer a “apoyar de palabra” un supuesto proceso de paz, que en Colombia ya “empezó el postconflicto” y le crean, es una señal de complicidad o de ignorancia plena sobre lo que sucede en Colombia. Pero que alguien distinto a un desinformado presidente extranjero, empresarios arrodillados o medios de comunicación enmermelados de cuota publicitaria hasta los ojos, crean semejante mentira, es un síntoma de desesperación o de enfermedad sicológica.

Pero la intoxicación de mentiras no está solo en la cabeza del gobierno. Varios de sus ministros ya muestran señales de contagio. Nos dijeron hace meses para justificar el cobro de impuestos nuevos o viejos aumentados, que como el postconflicto se nos vino encima, había que tener plata para reponer a las víctimas del conflicto: que ahora resultaron ser los terroristas del cartel Farc. Pero como eso no se lo creyó ni el más ingenuo, entonces tocó cambiar el discurso y decir que la plata es para aliviar la caída de los precios del petróleo.

El Ministro del Posconflicto tuvo que renunciar porque ni es ministro ni hay ningún posconflicto. Pero salieron a decir que con su retiro, ahora sí se podrá dedicar de tiempo completo a diseñar el “fin del conflicto”, que por inexistente lo hizo renunciar. Y la canciller, que puede estar en cualquier parte y nada sucede, le va a ayudar a este a que ahora sí huela a “éxito” el cocinado que hiede a extorsión hace más de mil días.

A las fuerzas militares las están obligando a que crean que sus días están contados, pues el posconflicto está de un cacho, a aceptar que la fuerza aérea y las demás fuerzas no deben seguir teniendo el tamaño reducido que ya tienen, y que más bien se “preparen”, pero será en cursos de desminado, que es lo que les va tocar hacer, pues ahora resultó que quienes recogen en pedazos a sus compañeros y no quienes las ponen, es a quienes les va tocar limpiar las minas que estos parásitos dejaron repartidas en la tierra. Macondo es el país de lo predecible al lado de esta locura fruto de un vanidoso sin límite.

¡La paz! ¡Ahí viene la paz! ¡Ahí viene la paz! Mentiras.

La paz no viene pero los lobos habaneros sí.

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